miércoles, 27 de enero de 2010

Cuando fuimos los mejores

Comenzamos las publicaciones con la "reedición" de este artículo escrito con el comienzo de la Eurocopa 2008. En aquel momento, evidentemente, yo no sospechaba que España sería la brillante campeona. Echando la vista atrás me sigue gustando el artículo y, sobre todo, el no haber imaginado el final de la historia...

CUANDO FUIMOS LOS MEJORES

MIÉRCOLES, 11/06/2008

A mi hermano, que para su desgracia la juventud no le permite recordar cuando fuimos los mejores.

España, subcampeona de Europa en 1984
La actitud del español medio (entre los que me cuento) ante las grandes citas internacionales de la selección, ha sido tradicionalmente la de escepticismo antes de la primera fase, ilusión tras su superación, y total desencanto con la eliminación. Digo tradicionalmente porque en los últimos años han ido surgiendo dos nuevas actitudes.

A mediados de los 90 apareció el ilusionado perenne. Ese aficionado que deja espolear su emoción por periodistas ávidos de vender humo para hacer caja y llega a cada evento con el convencimiento de que España (aunque haya conseguido la clasificación en condiciones infames o lleve un equipo abominable), es clara favorita y tiene las mismas papeletas que cualquier selección histórica para ser campeona (todo lo que ahora se ha venido a resumir bajo el grito de podemos). Hay que reconocer que, vistos los tradicionales resultados que se repiten mundial tras mundial y eurocopa tras eurocopa, es meritorio y digno de asombro (o, según se mire, de compasión), mantener esa inquebrantable fe en la selección.

El segundo tipo acaba de surgir entre muchos jovenzuelos, seudo analistas del fútbol y enteradillos sin memoria histórica balompédica. Una clase que con el atrevimiento propio de la ignorancia se atreve a anunciar el fracaso de España basándose en que la selección nunca ha pasado de cuartos. ¿Nunca? La selección española no sólo pasó la ronda maldita en el 64, cuando fue la campeona, también pasamos cuartos, semis y llegamos hasta la final en el 84. Y yo lo vi… Cuando fuimos los mejores.

No existe ningún deporte ni competición en el que puedan ganar los dos contrincantes, aunque creo que, en la mayoría de los casos, todos podemos estar de acuerdo en que cualquiera de los dos supervivientes que han ido eliminado a todos y cada uno de sus rivales, sería digno de la última victoria, y que ésta se debe en muchos casos a factores irracionales e incontrolables como el azar. Es una pena que se recuerde a Arconada por aquella pifia en la final, porque durante aquel mismo partido, con el marcador aún a cero, le hizo a Platini un par de paradas de antología. Pero así fue la final del 84, cuando fuimos los mejores, en la que una acción puntual e infausta, decantó el partido a favor de Francia igual que podría haberlo hecho a favor de España.

Pero antes, para poder jugar aquella final, se produjeron dos de los momentos más épicos de la historia de la selección. El primero (sin precedentes ni consecuentes), fue el 12-1 a Malta con el que se consiguió el billete hacia Francia. El segundo, la eliminación de la siempre todopoderosa Alemania, cuando fuimos los mejores.

Aquella jornada fue especialmente mágica en Málaga. El partido no pasaba del empate a cero y a falta de pocos minutos para la conclusión, la señal de televisión se perdió en toda la ciudad. Inesperadamente, aquel fiasco de la tecnología bañó la noche de verano en un halo mágico y arcaico: los vecinos desempolvaron sus transistores para disponerse a vivir la retransmisión como en los tiempos antiguos (cuando la voz de Matías Prats dibujaba en las imaginaciones las galopadas de Gainza o los naturales de Manolete), y libres de la atadura sedentaria a la mesita del televisor, salieron a las terrazas en busca del fresco y se reencontraron con la ancestral noche mediterránea. Uno de aquellos era yo, sentado junto a mi hermano chico bajo aquella noche de ensueño, junto a una pequeña radio naranja que nos regaló mi abuelo y desde la que se cantó el gol de Maceda en el minuto 90. Un gol que era tan a la antigua como aquella noche embrujada: de cabeza y rematando en plancha tras un centro desde la banda.

Cuando fuimos los mejores, descubrimos una pequeña isla mediterránea en el mapa haciendo la proeza de marcar 9 goles en 45 minutos. Cuando fuimos los mejores, Maceda se abrió paso por entre un muro alemán lanzándose en plancha. Cuando fuimos los mejores, Arconada nos metió en la final europea volando como un pájaro en la ronda de penaltis contra Dinamarca. Cuando fuimos los mejores, los futbolistas no tenían nombres modernos y glamourosos, sino apellidos que sonaban a chusco, mus en la taberna y faca vieja, o aquellos propios de bravo navarro y gallardo vizcaíno. Cuando fuimos los mejores, habían jugadores del Athletic y la Real, las medias eran negras y la vuelta la bandera nacional.

Yo no había nacido para poder presenciar el campeonato del 64, ni soy madridista para poder haber visto la 7ª en Ámsterdam, ni soy tan guay como para haber visto a Nirvana en Woodstock. Yo era un niño de 9 años que aquella noche de verano agitaba los brazos en su terraza junto al transistor: Cuando fuimos los mejores.

3 comentarios:

  1. Aún habiéndolo leido antes, de hecho lo publicaste en mi blog me emociono cada vez que lo leo.

    Además soy el primero en comentar algo. ¡Toma ya!

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  2. El segundo en comentar no es otro que el de la dedicatoria... Sí, para mi desgracia la memoria no me alcanza a recordar cuando fuimos los mejores... en el '84, pero para mi suerte, en mi memoria perdurará por siempre cuando fuimos los mejores... en el '08.

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  3. Yo no soy muy futbolero, pero yo voy con la selección española aunque juegen a las canicas. Recuerdo en especial aquel España- Italia en el mundial 94 y el codazo de Tassoti a Luis Enrique y la pifiada de Salinas.

    Luego el partido ante Corea en que sino ha habido soborno una felación no se la quita nadie. Bochornosa actualcion del arbitro.

    Le felicito por su blog.

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