El último de los artículos escritos con motivo de la Eurocopa 2008 fue publicado por primera vez gracias a la generosidad de el blog de Bartola. La victoria de España cerró muchas heridas para la afición y abrió un montón de recuerdos personales. Por eso, lo que iba a ser un homenaje al éxito de la selección, acabó convirtiéndose en un emocionado tributo a mi abuelo: Joaquín Durán Peralta, "el último hombre de palabra". Hoy también lo dedicamos a todas esas aquellas personas que no pudieron vivir ese momento con nosotros porque ahora contemplan el fútbol desde los "Campos Elíseos". Seguro que después de leerlo todos desearéis que pronto se convierta en "el penúltimo brindis".

EL ÚLTIMO BRINDIS
DOMINGO, 29/06/2008
Llorar por el fútbol es algo absolutamente normal. El fútbol no deja de ser un espectáculo, pero a diferencia de cualquier representación es algo auténtico, donde los actores se interpretan a sí mismos y la épica, la tragedia o el final feliz que viven es real. Por eso yo nunca he entendido a aquellos que desprecian las lágrimas en el fútbol y luego les parece lógico y respetable llorar en el cine o la ópera.
Esta es una historia que comienza con lágrimas.
Tres jovenzuelos lloraban desconsoladamente la tarde que España caía injustamente eliminada por Italia en los cuartos de final del mundial de 1994. El viejo se acercó hasta ellos y trató de animarles con una frase sentenciosa que reflejaba esperanza y amargura a partes iguales: Niños, no lloréis; porque vosotros todavía podréis ver ganar a España en muchos mundiales, pero yo éste es el último que veo.
El tiempo demostró que la segunda parte de la afirmación era cierta, entre otras cosas porque tú lo quisiste así negándote a ver el mundial de cuatro años más tarde. Quien sabe, si el hecho de haber pronunciado aquella frase tuvo algo que ver, porque tú cumplías la palabra dada con tal celo, que muchas veces lindaba más bien en el terreno de la cabezonería. Después, cuando tú ya no estabas, la primera parte de la afirmación se convirtió en un chascarrillo familiar, algo con lo que nos reíamos cada vez que lo recordábamos como un chistecillo recurrente ¿España ganando una competición? Y entre nosotros ironizábamos que aunque viviéramos miles de años, la selección estaba lo suficientemente maldita como para llegar a vivir ese momento.

Esta es una historia con final feliz.