domingo, 26 de diciembre de 2010

Donde los limones florecen

Wo die Citronen blüh’n (“Donde los limones florecen”), de Johan Strauss “hijo”, es un vals que homenajea a la cálida Europa meridional. A ese Mediterráneo al que la aristocracia austro-húngara escapaba huyendo de los rigores del clima centro europeo. Y es que, el origen de los Habsburgo vieneses era aún más español que el de sus primos de la Península, probablemente esa nostalgia por España sea la causa de la demanda de valses de temática española como Rosen aus dem Süden (“Rosas del sur”) o la aún más obvia Spanichermarsch.
Cuando el emperador Carlos V, asqueado por su propia política europea, abdicó retirándose a Yuste rodeándose de cocineros y cerveceros flamencos, repartió sus dominios entre su hermano Fernando y su taciturno hijo Felipe. A Fernando, que a diferencia de Carlos había crecido en España y era considerado “el más español” de la familia, le cedió sorprendentemente la corona austríaca. Lo primero que hizo el hombre cuando se instaló en Viena fue rodearse de corte, amigos e incluso tropas procedentes de España.
La primera vez que el Danubio azul se tiñó de rojo fue tras romper el sitio de Viena, asediada por las tropas turcas. Cuando las noticias de la cercanía de los invencibles turcos llegaron a Viena, la mayoría de la población de la ciudad, soldados del ejército austríaco incluidos, huyó presa del pánico hacia el interior del país. Como los soldados españoles de Fernando (hombres procedentes en su mayoría de las tierras de Castilla) estaban bien lejos de su hogar y tampoco tenían a donde huir, decidieron salir de las murallas y enfrentarse al invasor. La vergüenza nacional hizo que este episodio de la historia austríaca fuera silenciado hasta el punto de ser prácticamente desconocido en nuestros días.
También fueron los españoles los responsables de teñir por segunda vez de rojo el Danubio azul, aunque esta vez no fue a fuerza de sangre, sino de buen fútbol. La selección española se coronó campeona de Europa en el Prater vienés jugando un fútbol a ritmo de vals. En una ocasión vi un montaje televisivo en el que el famoso vals de Strauss servía de música de fondo, como a la danza de naves de Kubrick en 2001, a las vueltas espirales de Xavi, las diagonales de Iniesta, los imposibles vuelos de Casillas y los cambios de ritmo de Torres. Aquel 29 de junio de 2008, concluía un largo historial de derrotas y fracasos y comenzaba una nueva página en la historia de la selección.
Han pasado cincuenta años desde que Luís Suárez ganara el balón de oro y “sólo” hemos tenido que ganar una Eurocopa y un Campeonato Mundial para que un jugador español vuelva a ser reconocido por el mundo del fútbol. Aunque para muchos de nosotros ya lo era desde hace años, el guante de oro concede oficialmente a Casillas el título de mejor portero del planeta, mientras que ya parece un secreto a voces que el balón de oro será al fin para un español. O bien Xavi, o bien Iniesta, levantarán el preciado trofeo que los nombre mejor jugador del 2010. A mi, particularmente, me gustaría más que fuese Xavi. No sólo como premio a su historial ni a toda su carrera, no sólo por su clarividencia a la hora de leer el juego sobre el campo, su polivalencia, su llegada al área o su definición cara al gol. Tal vez lo que más admire de Xavi, es que un hombre de tan sólo 1'70 y con un físico aparentemente limitado para bregar en una zona del campo que habitualmente se llena de medios-centro “perros de presa”, hizo de la necesidad virtud para hacer que todas esas características dobleguen a jugadores con mucho más músculo y potencia. Dicho esto, tampoco protestaría porque se lo dieran a Iniesta, el hombre que con su gol cumplió los sueños futbolísticos de generaciones de españoles.
El fútbol mundial reconoce al fin a los nuestros y muchos españoles se frotan los ojos incrédulos, pero si alguien podía hacerlo eran ellos: los chicos que consiguieron el prodigio de que un 11 de julio de 2010, en plena noche del invierno austral africano, los limones volvieran a florecer.

2 comentarios:

  1. Daffari, ¡sólo usted es capaz de reunir en un todo coherente a Johann Strauss jr., Carlos V e Iker Casillas! A su lado, Umberto Eco parece unidimensional. Enhorabuena por su enciclopédica entrada.

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  2. Sin Duda que Xavi es quien más lo merece de los dos. Xavi ha conseguido aunar todas las virtudes de sus predecesores en el Barça, eliminar todos sus defectos y desarrollar una serie de virtudes tácticas (las que tú bien puntualizas) ignotas para sus antepasados futbolísticos. Tiene la templanza de Milla, la visión de juego de Guardiola, la agilidad mental de De La Peña, la polivalencia de Celades, la llegada a gol desde la segunda línea de Gerard... C'est fini: es el centrocampista total. Ha superado con mucho a todos los que le precedieron, y será casi imposible que el fútbol no ya español, sino mundial, vuelva a dar a luz a un jugador de sus características. Eso sí, llegados a este punto y después de cagarnos en la madre que parió a los fulleros de "France Football" y su chovinismo antiespañol durante décadas, será una bendición y un orgullo que el "Balón de Oro" caiga en manos de -como ya se ha asegurado extraoficialmente- Andrés Iniesta, jugador que encarna a la perfección y hasta el extremo el milagroso fenómeno del balompié actual: superhéroe todopoderoso que, enfundado en su traje azul y rojo (¿les resultan familiares los colores?), arranca aplausos, vítores y ovaciones exaltadas de decenas de miles de espectadores en el campo y de millones en sus casas, protagoniza carteles publicitarios, portadas de periódicos y anuncios de televisión... hasta que cuando llega a casa se transforma en un chico normal, humilde, sencillo y, eso sí, paliducho como un fantasma. Pero... ¿Quién dijo que un súperheroe tenía que ser guapo?

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