lunes, 23 de julio de 2018

Mis discos favoritos (1)

Siguiendo un orden cronológico inverso, recojo el guante a tres buenos amigos que me invitan a hablar de mis discos favoritos

Artista: THE CURE. Álbum: THE CURE. Fecha de publicación: 29 de junio de 2004


Una portada esquemática, ingenua e inquietante como sólo un dibujo infantil puede llegar a ser y el lacónico título de “The Cure”. Robert Smith y su banda recuperaron su lado más oscuro con un sonido tenebroso y lleno de obsesivas melodías laberínticas, todo ello en medio de una atmósfera depresiva y desoladora que haría que cualquier grupo de Death Metal pudiera amenizar la verbena de fin de curso de una guardería. Como muestra un botón: (I don’t know what’s going) on es una desesperada canción de amor que goza de la inocente simplicidad de un niño…  o de un loco inofensivo delirando en el acolchado rincón de su celda del manicomio.


jueves, 14 de junio de 2018

Nueve visiones de la Reina

Tu soñar me envolvía, soñado me sentí. Jorge Guillén.

Los sacerdotes derramaron la sangre del sacrificio para consagrar el momento previo a la fundación: una bahía al resguardo de las montañas y una colina protegiendo el río. Finalizado el rito, los fenicios ya sólo pensaban en qué nombre darle. Como el asentamiento sería dedicado a la diosa Astarté, Reina parecía apropiado. Al fin y al cabo, su título principal era el de “Reina de las palomas”.

Palomas. Hasta donde alcanzaba su memoria, a Pablo siempre le habían encantado las palomas. Como su padre le había animado a dibujarlas, pasaba horas observándolas revolotear con el cuaderno sobre las rodillas. No tenía idea de dónde podía estar La Coruña, pero una noche, desde la cama, escuchó a su padre lamentarse de que en su nuevo destino no habría ni sol, ni toros, así que esperaba que al menos hubiera palomas. Asomado al balcón, intentaba retener la plaza mientras la familia comenzaba a bajar los equipajes: el monumento al héroe Torrijos, el convento, la recortada ladera de Gibralfaro, un mar de tejados. El moroso silencio que recorría la ciudad a la hora de la siesta le permitió escuchar las campanadas de la Catedral en la lejanía. A Pablo, en su imaginación infantil, le gustó pensar que repicaban a modo de despedida.

Las campanas marcaban simplemente las horas, pero sabiendo que era lo último que escuchaba en este mundo, Maese de Mena quiso interpretar que tañían por su muerte. Tumbado sobre el jergón sólo alcanzaba a contemplar el techo cruzado por vigas de madera. Madera, había dedicado toda su vida a extraer el alma de la madera. Nunca codició la fama ni pensó en la posteridad. El arte, creía, era un vehículo salvífico para llegar a Dios y, al mismo tiempo, un instrumento para glorificarlo. Sólo desde que la enfermedad lo terminó de postrar, comenzó a obsesionarse con el destino de su obra. La última vez que pudo salir de casa, convenció a duras penas a sus acompañantes para que lo condujeran hasta el convento de Santo Domingo. En un vívido sueño, había visto como la Virgen de Belén y su Crucificado eran pasto de las llamas en el interior del templo.


Cuando el fuego hizo estallar las calderas, el comandante Kretschmann supo que todo estaba definitivamente perdido. La fragata de guerra Gneisenau, orgullo de la marina imperial alemana, hundida por el tiempo y su propia imprudencia. Aunque algunos hombres se encaramaban a los palos del barco, más le valía quedarse en la cubierta y cumplir con la muerte el honor que no había sabido mantener en vida. El mar, impredecible y traicionero como un amor cruel, le envolvió como un sudario.

42 oficiales de una fragata alemana, Robert Boyd, Violette. Tumbas que le aguardaban para contemplar el mar desde la colina del Cementerio Inglés durante el resto de la eternidad. Siempre el mar. Nadie objetó que abandonara el hospital para morir en su casa, frente al mar. Afortunado quien, en vuelo nocturno, divisa cielos, mares y desiertos a un tiempo, pues le está permitido contemplar todo aquello que, a expensas de la muerte, aparenta ser eterno para el ser humano, soñó. En el horizonte, al otro lado de la bahía, una única luz desafiaba a la noche. Silencio.

La luz de una iglesia en plena noche era una buena guía para quien tratara de otear la ciudad en lontananza, pensó con mentalidad militar el general Torrijos mientras aguardaba su turno para confesarse. Al alba de una mañana desapacible fueron conducidos hasta la arena fría y grisácea de la playa. Observó al torpe pelotón de fusilamiento mientras pedía dignidad a sus hombres. Sus hombres. Hasta aquel momento no se le había ocurrido pensar dónde enterrarían a un anglicano como Robert Boyd. A su espalda, el sonido del mar al besar el rompeolas fue interrumpido por un estruendo sordo. Fue lo último que pudo escuchar.

Un estruendo lejano. Preguntaba si eran disparos o el motor de un avión, pero las hermanas hacía tiempo que se cansaron de contestarle que no había nada que oír. El sanatorio era tan blanco, que era incapaz de distinguir donde terminaban las paredes y comenzaba el techo. Al contrario que en la inmensidad del desierto, donde perdidos sin orientación, sólo existían arriba y abajo, azul y amarillo, cielo y tierra. Las hermanas no la entendían. Jane sólo quería tomar el té en el desierto, pero cada vez que trataba de escalar la duna, las tazas bosaban arena. Al otro lado, bajo el cielo protector, un príncipe la esperaba. ¿O estaba mezclando historias?

Su porte principesco y castellano cortés contrastaban con las rudas maneras y la jerga áspera de aquellos soldados reclutados para el nuevo tercio en los Percheles de la ciudad. Tu soñar me envolvía, soñado me sentí. A pesar de ser un alejandrino complicado, a Garcilaso le pareció un hermoso verso para rimar, pero al mismo tiempo tuvo la extraña impresión de que la brisa marina lo arrastraba como un eco susurrado desde otro pensamiento e incluso otro tiempo. El revoloteo de una bandada de palomas que alzaba el vuelo en el puerto le devolvió a la realidad. El barco rompió la espuma por última vez y los fenicios desembarcaron convencidos de que Reina era un nombre espléndido para la ciudad.

A quien la arena del tiempo se le comenzó a escapar por entre los dedos un 15 de junio de 1974

NOTAS: Pablo Ruiz Picasso (Málaga 1881, Mougins 1968) abandonó Málaga con 6 años y nunca regresó. Palomas como las que contemplaba en la Plaza de La Merced fueron un tema recurrente a lo largo de su obra artística.
Dos de las obras cumbres de Pedro de Mena y Medrano (Granada 1628, Málaga 1688), el Crucificado de la Buena Muerte y la Virgen de Belén, desaparecieron en el asalto e incendio de Santo Domingo en mayo de 1931.
La fragata de guerra Gneisenau se hundió en las costas de Málaga el 16 de diciembre de 1900.  En señal de agradecimiento al pueblo de Málaga por el rescate de supervivientes, el gobierno alemán sufragó en 1910 la construcción del Puente de Santo Domingo.
El poeta Jorge Guillén (Valladolid 1893, Málaga 1984) vivió y murió en su casa del paseo marítimo. Está enterrado en el Cementerio Inglés de la ciudad.
José María Torrijos (Madrid 1791, Málaga 1831) fue fusilado en las playas de San Andrés por rebelarse contra la tiranía de Fernando VII. Pasó su última noche y confesión en la iglesia del Carmen.
Jane Bowles (Nueva York 1917, Málaga 1973), escritora y esposa del también novelista Paul Bowles murió en Málaga en un sanatorio mental.
Como maestre de campo, Garcilaso de la Vega (Toledo, en torno a 1495, Niza 1536) recibió el encargo de reclutar un tercio en Málaga. Fue el último territorio español que contempló antes de partir hacia el sur de Francia donde moriría fruto de las heridas sufridas durante el asalto a un castillo en Le Muy.
La sombra de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944) se proyecta sobre dos de las historias como cuando su areoplano cubría la ruta postal entre Málaga y Tetuán. 


sábado, 1 de febrero de 2014

La guapa

Encarna Daffari posa junto a su padre, Antonio, en una foto de 1945

Se ha ido la que, según casi todos aquellos que la conocieron, fue la guapa de la familia.
Noventa y siete años mal contados. Mal contados porque, como todas las guapas, era coqueta como la que más. Y la guapa lo fue mucho. Tanto, que no le dolieron prendas tener que trabajar más años de los que le correspondían hasta la jubilación por haber falsificado su partida de nacimiento para quitarse edad. Así era la guapa.
La guapa parecía tener reservado un destino que le fue esquivo una y otra vez. Para empezar, tal vez tendría que haber sido el varón que mi bisabuelo siempre anheló pero nunca tuvo. El hijo que debería haberle acompañado en los varales y recogido su martillo de capataz el día en que lo colgara definitivamente. Así que, aunque guapa y mujer, vino al mundo con más cojones que el caballo de Espartero. Nunca hubo hombre, dentro o fuera de la familia, que lograra doblegar a la guapa. Ni siquiera su padre sabía bregar como ella con los duros obreros del muelle y curtidos braceros del campo que venían a negociar a la casa su jornal de hombres de trono. Por allí pasó sumiso incluso el bueno de mi suegro cuando aún no era siquiera el padre de mi mujer. Si, ya sé, un galimatías, como la vida de la guapa.
Pero decíamos que la guapa nació mujer, y como mujer bien pudo haber sido mi abuela. Ocurrió que, por avatares de la vida, su propia hermana se cruzó en el camino y acabó cumpliendo el que parecía ser su destino. Eso explicaría por qué, a pesar de los innumerables partidos que después pretendieron a la guapa, ninguno llegó jamás a formalizarse. Y así, en lugar de en mi abuela, la guapa acabó convirtiéndose en la tía Encarna, una de esas solteronas que tanto abundaron en las familias de la posguerra y a las que, como Dios no daba hijos, el demonio cargaba de sobrinos. Hasta ocho, de los cuales, por esas manías antisociales que acaban cultivando algunas personas sin cargas familiares, adoró públicamente a dos e ignoró con público desdén al resto. La guapa y sus cosas.
Tal vez todo ello condicionó que el resto de su vida estuviera plagada de paradojas y contradicciones. Como si al esquivar el destino que tenía deparado, su vida se hubiera extraviado moviéndose sin rumbo a través de callejones que no conducían a ninguna parte. Así, llegó a ser tanto camarada de los milicianos como fervorosa católica; sindicalista combativa y tradicionalista convencida; actriz de teatro y taquillera de cine.
Siempre contó o escuchó henchida de orgullo en las reuniones familiares que en su época fue la mujer más requebrada por las calles de Málaga con aquellos piropos antiguos y donairosos que tanto se estilaban y que se perdieron junto a esos tiempos. Y aun así, la guapa murió sola y a su funeral no acudió casi nadie. La despidieron los hijos que nunca tuvo, alguien que pudo ser su nieto y un vecino que fue mucho más que un miembro de la familia sin necesidad de compartir una sola gota de sangre. Paradójica hasta el final. Así fue la vida de la guapa.

Hermosa y contradictoria, suene la música del Adagio de la 7ª Sinfonía de Bruckner en homenaje a la guapa. Quiera alguien dedicar estos veinticinco minutos a tu memoria.


jueves, 25 de octubre de 2012

El partido soñado del Spectrum


AC Milan, AFC Ajax, FC Bayern; FC Porto, Manchester UTD, Paris SG, Real Madrid; CD  Málaga. Esta ristra de equipos, en la que sólo el Málaga desentona, es una de tantas  de las que mi hermano y yo editábamos en el Match Day, un mítico juego de los tiempos del Spectrum. Hoy por hoy, en plena era digital en la que minúsculos pendrives albergan ingentes cantidades de memoria, resulta inverosímil para las actuales generaciones como los ordenadores albergaban 128k de memoria y los programas se cargaban a través de cintas de casete mientras debíamos esperar varios minutos; sistemas multicarga para pasar las pantallas; o aquellos temibles “errores” que solían fastidiar la carga justo al final.
AC Milan, Bayer Leverkusen, Benfica, FC Barcelona, Liverpool FC, PSV Eindhoven, Steaua FC, CD Málaga. Podíamos ir cambiando casi todos los equipos a lo largo de la tarde mientras disputábamos un campeonato tras otro. Podían cambiar casi todos salvo el Milan. Era el equipo soñado. El de aquellas elegantes y exóticas rayas rojinegras. El equipo de Baresi, Rijkaard, Donadoni, Gullit y Van Basten. Aquellos que trituraron con un 5-0 al todopoderoso Real Madrid que en la Liga española conseguía cinco títulos consecutivos y batía récords sin apenas resistencia.  Como soñar es gratis, allí estaba el Málaga, de celeste o de azul, las únicas variedades cromáticas que podíamos encontrarle en aquellos simplísimos gráficos naif que hoy día contemplamos con cariño y nostalgia.
Málaga CF 1-0 AC Milan. No fue el marcador del partido soñado del Spectrum, fue real. Y yo, estuve allí. Fue curioso escuchar tras el encuentro a esos mismos medios de alcance nacional que magnifican las victorias de los “grandes” y minimizan sus derrotas calificar al Milan de  “institución en crisis”, o de equipo que trata de “reinventarse” a la “búsqueda de su identidad”. No será el Milan de Sacchi, Capello, o Ancelotti, pero digan lo que digan sigue siendo el Milan. Con sus siete Copas de Europa, su mismo peso histórico, su mismo poder institucional y su mismo Berlusconi. Si soñar era gratis con el Match Day, ahora nada debe impedir que saboreemos una hermosa realidad.
AC Milan, AFC Ajax, FC Bayern, FC Barcelona, Manchester UTD, Paris SG, Real Madrid, Málaga CF. No es una lista editada en el Spectrum. Son nombres de equipos candidatos a estar en el bombo de la segunda fase de la Champions League. Podría darse, curiosamente, que el Málaga se clasifique y el Milan no, algo intrascendente teniendo en cuenta que el Málaga pasa por una etapa más o menos efímera (Deportivo, Celta o Villarreal ya saborearon estas mieles antes de volver a su realidad histórica, descensos incluidos) mientras que el Milan continuará acumulando Scudetti y Champions Leagues en un futuro no muy lejano.
Una vez me contaron que cuando el Nápoles de Maradona ganó por primera vez el Scudetto, la tapia del principal cementerio de la ciudad amaneció,  tras toda una noche de celebraciones, con la siguiente pintada escrita en letras gigantescas: "¡Lo que os habéis perdido!" Quisiera creer que en Málaga no son necesarios esos excesos porque, de alguna manera, los difuntos malaguistas han podido disfrutar de este partido soñado ¿Acaso no es blanquiazul el cielo?