miércoles, 5 de enero de 2011

Noche de Reyes

La casa y el pasillo ya eran de por sí inquietantes. Pero… si ellos eran tres ¿de quién era la cuarta silueta que acechaba en la oscuridad?

Los Reyes Magos (mosaico bizantino de la Iglesia de San Apolinar. Rávena)

viernes, 31 de diciembre de 2010

Teseo en el laberinto

La taurocatapsia (salto del toro). Palacio de Cnosos (Creta) 1600-1480 a.C.
España es un lugar muy dado a alinearse en extremos opuestos e irreconciliables: moros y cristianos; liberales y absolutistas; fachas y rojos; Madrid-Barça; o Joselito y Belmonte. Precisamente este último ejemplo viene a colación con una de las últimas cruzadas que divide a este país en "buenos" o "malos", ignorando la gran cantidad de matices y opiniones existentes entre el blanco y el negro. Nos referimos al debate en torno a la conocida como fiesta de los toros.
La tauromaquia (o taurocatapsia) aparece por primera vez documentada por la cultura minoica de la isla de Creta (primera civilización europea) en el II milenio antes de nuestra era y parece estar relacionada con el culto solar. La vaca (probablemente porque su cornamenta recuerda a la luna en cuarto y su piel moteada a la superficie lunar) es un animal consagrado a la luna en todas las religiones antiguas del Mediterráneo, por lo tanto no es de extrañar que su astro compañero de la mañana fuera identificado con el toro. Se sabe que el emperador Claudio (ya en el siglo I d.C.) instituyó en Hispania la tauromaquia dentro de los espectáculos de fieras, lo que no sabemos es si ésa fue su introducción o si se basó, como más bien parece, en tradiciones autóctonas, tal y como atestiguan los numerosos ejemplos de culto al toro en los pueblos prerromanos de la Península Ibérica.
Los abolicionistas obvian cualquier valor histórico, cultural o antropológico en la fiesta de los toros o lo supeditan, legítimamente, al sufrimiento de un animal. En este sentido es ciertamente demagógica la postura de ciertos aficionados taurinos que niegan ese sufrimiento aduciendo como prueba el hecho de que el toro, en vez de huir, acuda una y otra vez al lugar del castigo. El toro bravo es el resultado de un proceso de selección humana (de como mínimo cinco siglos) en el que se ha buscado precisamente eso: un animal que embista, ataque y se defienda hasta su último aliento. Pero la “demonización” extrema de la fiesta de los toros basándose en argumentos conservacionistas o ecológicos guarda enormes contradicciones: En primer lugar, no resuelve qué ocurriría con la supervivencia de una especie creada únicamente para una actividad cuya abolición se propone. En segundo lugar, la cría del toro bravo se desarrolla en un marco tan singular como la dehesa y gracias a ello ayuda a sostener y proteger un ecosistema tan diverso y amenazado como el bosque mediterráneo. Es, en ese y otros sentidos, un modelo ejemplar de ganadería ecológica.
Junto a los envites externos al mundo taurino, más valdría a sus defensores protegerse de los enemigos internos que empañan su imagen. La tauromaquia aspira a ser una lucha de igual a igual en la que el humano sólo cuenta con su habilidad manejando un pedazo de tela para defenderse de la bestia, mientras que algunos ganaderos, empresarios y (por qué no decirlo) toreros, ávidos de hacer caja con la complicidad voluntaria o involuntaria de un público (salvo en contadas plazas) poco exigente y en exceso festivo, convierten esas corridas de toros descastados y de escaso trapío en un auténtico paripé. Por otro lado a través de la legalidad de la fiesta de los toros se cuelan prácticas aberrantes que todo buen aficionado taurino debería rechazar. Valgan como vergonzantes ejemplos el acoso a los animales desde vehículos motorizados; persecuciones en masa cuya única finalidad es el maltrato y muerte de un animal indefenso… todo ello desvirtuando esa lucha singular e individual que debe ser la tauromaquia.
Hay un aspecto que rara vez se debate y es, por su subjetividad, uno de los más difíciles de salvar: me refiero a la estética. El aficionado a los toros debe admitir que una corrida puede ser un espectáculo violento y desagradable para muchas sensibilidades. De igual forma, los detractores deberían reconocer que muchas personas perciben (percibimos) pinceladas de arte, en ese bizarro artificio de enfrentarse desarmado a un animal admirable mientras se dibujan efímeras e invisibles composiciones en el aire.
Volviendo a la idea inicial, me temo que ningún bando atienda o reconozca algún argumento del otro que podrían llevar a (¡horror!) encontrar posturas comunes. Mientras tanto cualquier propuesta de debate sólo será un enmarañado hilo de Ariadna inútil para encontrar la salida al laberinto.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Donde los limones florecen

Wo die Citronen blüh’n (“Donde los limones florecen”), de Johan Strauss “hijo”, es un vals que homenajea a la cálida Europa meridional. A ese Mediterráneo al que la aristocracia austro-húngara escapaba huyendo de los rigores del clima centro europeo. Y es que, el origen de los Habsburgo vieneses era aún más español que el de sus primos de la Península, probablemente esa nostalgia por España sea la causa de la demanda de valses de temática española como Rosen aus dem Süden (“Rosas del sur”) o la aún más obvia Spanichermarsch.
Cuando el emperador Carlos V, asqueado por su propia política europea, abdicó retirándose a Yuste rodeándose de cocineros y cerveceros flamencos, repartió sus dominios entre su hermano Fernando y su taciturno hijo Felipe. A Fernando, que a diferencia de Carlos había crecido en España y era considerado “el más español” de la familia, le cedió sorprendentemente la corona austríaca. Lo primero que hizo el hombre cuando se instaló en Viena fue rodearse de corte, amigos e incluso tropas procedentes de España.
La primera vez que el Danubio azul se tiñó de rojo fue tras romper el sitio de Viena, asediada por las tropas turcas. Cuando las noticias de la cercanía de los invencibles turcos llegaron a Viena, la mayoría de la población de la ciudad, soldados del ejército austríaco incluidos, huyó presa del pánico hacia el interior del país. Como los soldados españoles de Fernando (hombres procedentes en su mayoría de las tierras de Castilla) estaban bien lejos de su hogar y tampoco tenían a donde huir, decidieron salir de las murallas y enfrentarse al invasor. La vergüenza nacional hizo que este episodio de la historia austríaca fuera silenciado hasta el punto de ser prácticamente desconocido en nuestros días.
También fueron los españoles los responsables de teñir por segunda vez de rojo el Danubio azul, aunque esta vez no fue a fuerza de sangre, sino de buen fútbol. La selección española se coronó campeona de Europa en el Prater vienés jugando un fútbol a ritmo de vals. En una ocasión vi un montaje televisivo en el que el famoso vals de Strauss servía de música de fondo, como a la danza de naves de Kubrick en 2001, a las vueltas espirales de Xavi, las diagonales de Iniesta, los imposibles vuelos de Casillas y los cambios de ritmo de Torres. Aquel 29 de junio de 2008, concluía un largo historial de derrotas y fracasos y comenzaba una nueva página en la historia de la selección.
Han pasado cincuenta años desde que Luís Suárez ganara el balón de oro y “sólo” hemos tenido que ganar una Eurocopa y un Campeonato Mundial para que un jugador español vuelva a ser reconocido por el mundo del fútbol. Aunque para muchos de nosotros ya lo era desde hace años, el guante de oro concede oficialmente a Casillas el título de mejor portero del planeta, mientras que ya parece un secreto a voces que el balón de oro será al fin para un español. O bien Xavi, o bien Iniesta, levantarán el preciado trofeo que los nombre mejor jugador del 2010. A mi, particularmente, me gustaría más que fuese Xavi. No sólo como premio a su historial ni a toda su carrera, no sólo por su clarividencia a la hora de leer el juego sobre el campo, su polivalencia, su llegada al área o su definición cara al gol. Tal vez lo que más admire de Xavi, es que un hombre de tan sólo 1'70 y con un físico aparentemente limitado para bregar en una zona del campo que habitualmente se llena de medios-centro “perros de presa”, hizo de la necesidad virtud para hacer que todas esas características dobleguen a jugadores con mucho más músculo y potencia. Dicho esto, tampoco protestaría porque se lo dieran a Iniesta, el hombre que con su gol cumplió los sueños futbolísticos de generaciones de españoles.
El fútbol mundial reconoce al fin a los nuestros y muchos españoles se frotan los ojos incrédulos, pero si alguien podía hacerlo eran ellos: los chicos que consiguieron el prodigio de que un 11 de julio de 2010, en plena noche del invierno austral africano, los limones volvieran a florecer.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Jesús Castellanos reflexiona sobre la historia del hombre de trono

"EL HOMBRE DE TRONO HA SIDO ANÓNIMO E INVISIBLE Y SU HISTORIA HA PASADO DESAPERCIBIDA DURANTE CINCO SIGLOS"

Decenas de asistentes se dieron ayer cita en el salón de la Agrupación de Cofradías con motivo de la conferencia de D. Jesús Castellanos “Hacia una historia del hombre de trono”, primera de las actividades culturales que la Asociación Cultural Hombre de Trono organiza para celebrar su XV aniversario y para las que cuenta con importantes figuras de la cultura malagueña como el profesor Juan Antonio Sánchez López, el historiador Antonio Lara, o el propio Castellanos.
Tengo una gran vinculación con esta Asociación a pesar de no haber ejercido nunca como hombre de trono”, comienza confesando Castellanos al narrar que estuvo presente en la fundación de la Asociación, ha sido partícipe en varias de sus actividades culturales e incluso pregonero oficial en el año 2006.

Jesús Castellanos dio una muestra de amenidad y erudición

CORREONISTAS Y HORQUILLEROS
Muchas señas de identidad que creemos inmutables de nuestra Semana Santa han ido generándose ante nuestra presencia: los adornos florales, el tamaño de los tronos y, por supuesto, el hombre de trono”. Para documentar sus tesis, Castellanos no dudó en bucear en los archivos históricos en busca de numerosos ejemplos ilustrativos, en un alarde de brillante erudición, pero sin sacrificar en ningún momento la amenidad. “El origen del hombre de trono son los hermanos portadores de las andas procesionales en el siglo XVII”. Castellanos puso, entre otros ejemplos, los estatutos de 1643 de la Hermandad del Santo Sudario, que sorteaba entre sus hermanos el derecho a portar las andas de las imágenes. Para hacer hincapié sobre el pequeño tamaño de esas andas nos remitió a la que más hermanos portadores tenía: “En 1655 la Hermandad de la Cena necesitaba veinticuatro hermanos dotados de correón y horquilla para portar a sus titulares”. Curiosamente, tal y como demuestran los estatutos de la Cofradía de Viñeros a finales del siglo XVIII “los hermanos portadores pagaban de su bolsillo el correón, la túnica y el escapulario a modo de cuota de salida”. Castellanos reflexiona sobre el hombre de trono de estos primeros siglos diciendo que “se sentía vinculado a su imagen y era un miembro de la hermandad”.

CUADRILLAS Y CAPATACES: LA PROFESIONALIZACIÓN
En el siglo XIX es difícil encontrar referencias a las personas que llevan el trono en los estatutos de las cofradías “posiblemente porque comienzan a ser llevados por asalariados”, perdiéndose así la vinculación entre el hermano y la forma de llevar su imagen. Es a finales de ese siglo cuando se produce la gran evolución de nuestra Semana Santa: las andas dejan paso a los tronos y el aumento de tamaño trae consigo la necesidad de contratar asalariados. Castellanos reflexiona que la mayoría de los cambios que han impulsado a la Semana Santa han coincido con graves momentos de crisis: “a la gente de Málaga nos gustan las procesiones a pesar del ambiente político y económico de cada época”. El nuevo hombre de trono procede de un entorno no cofrade (el puerto, la construcción el campo, etc.) y por ello trae con él un nuevo vocabulario que hace referencia a su entorno laboral: la cuadrilla de hombres; el capataz que sustituye al mayordomo; y probablemente la propia palabra hombre de trono. “Es curioso que sean asalariados y no hermanos quienes muevan el eje fundamental de una procesión en la calle: la imagen”. “Personas”, continúa Castellanos, “cuya motivación principal no era la devoción, sino la necesidad económica. Independientemente de que después pudiera nacer una vinculación sentimental con la imagen”. Es también digno de reseñar que la primera referencia a nuestro tradicional “paso malagueño” aparece documentada en esta época en una entrevista hecha a un hombre de trono por el Diario Málaga durante la Semana Santa de 1931: “Fíjese cuando el desfile se lleva por calle Larios a paso militar y rítmico”.

DE ASALARIADOS A HERMANOS
Tras la debacle de la década de los treinta y la reconstrucción de nuestra Semana Santa, los años cuarenta se inician con el modelo de hombre de trono asalariado con la salvedad de la orden de Servitas. Sin embargo las nuevas cofradías apuestan por el retorno a la idea de hermanos portadores. Viñeros y Pasión llevan sus tronos con el hábito o túnica de hermano, mientras que la cofradía de Estudiantes presenta la novedad, en el trono del Cristo, de llevar estudiantes (vestidos de traje) como hombres de trono. Aunque ninguna otra cofradía apostó por estos rescates historicistas, éste será, a la postre, el modelo que acabará imponiéndose.
En el año 1948 surge el intento, por iniciativa del obispo Herrera Oria, de hacer del Prendimiento una “cofradía obrera” con el hombre de trono como protagonista. Persona con una fuerte conciencia social, el obispo entiende que el hombre de trono representa a la clase trabajadora que con su esfuerzo sustenta la Semana Santa. Sin embargo el régimen franquista “en una jugada maestra de enroque” según palabras de Castellanos, “acabará integrando la hermandad dentro del modelo nacional-católico de sindicato vertical en versión cofrade”.
El desarrollo del tamaño del trono producido durante esa época, también se explica por la presencia del hombre de trono, “ya que la Agrupación de Cofradías repartía las subvenciones en función del número de hombres de trono que necesitara cada hermandad”.
A partir de los años sesenta la crisis económica hace cada vez más difícil el mantenimiento de hombres de trono asalariados. Son los años tristemente recordados por los tronos abandonados en las calles y en los que incluso se planteó seriamente la posibilidad de introducir ruedas. Una de estas catástrofes (la destrucción del tinglado de El Rico en 1969), provocará la reacción espontánea de la juventud cofrade malagueña que se enrola de forma desinteresada para sacar los tronos, regresando así el hombre de trono hermano del siglo XVIII. La estética elegida será la de Estudiantes y las túnicas son sustituidas por los trajes en casi todas las cofradías. “Una vez más”, resalta Castellanos, “un período de crisis política y económica servirá como punto de inflexión en el desarrollo de nuestra Semana Santa” y añade en una reflexión lapidaria “la idea de salvar lo que nos identifica, es lo que ha salvado siempre a nuestra Semana Santa”.

LA SINGULARIDAD DEL HOMBRE DE TRONO
Terminó Jesús Castellanos su conferencia reivindicando la figura del hombre de trono malagueño, ya que “la mayor seña de identidad de nuestra Semana Santa es que llevamos los tronos al hombro”. Especialmente interesante fue el paralelo bíblico de “al igual que era portada el Arca de la Alianza según las Sagradas Escrituras”. También defendió el vocablo hombre de trono: “una palabra tan nuestra y tan singular, que tiene equivalentes, pero no sinónimos”. Cerró por último su disertación invitando a los hombres de trono a indagar en su historia y su pasado, ya que “aunque el hombre de trono figura ya en los estatutos de las cofradías y su invisibilidad ha desaparecido, durante cinco siglos ha sido anónimo y su historia ha pasado desapercibida”.