Antonio Daffari y su hija Encarna en una foto de mediados de los 40. Al fondo el trono de la Soledad del Sepulcro. |
A mi tía Encarna, hija del Capataz de las naves de Málaga
Hablar de los tiempos de Daffari es referimos a toda la primera mitad del siglo XX, o lo que es lo mismo; a los inicios de la moderna Semana Santa de Málaga tal y como ahora la conocemos. Antonio Daffari no es sólo el primer capataz de trono profesional del que hay noticia (especie que arranca con él y, desgraciadamente, parece extinguirse en la actualidad con Julio Torres). Es también el hombre que creó el característico paso malagueño con el que aún llevamos nuestros tronos y que, aunque no se repare en ello, es un símbolo más de identidad de nuestra ciudad. Como veremos más adelante, Antonio Daffari no sólo participó de forma activa en la Semana Santa como capataz, sino también en las reagrupaciones y fundaciones de Cofradías y Hermandades a principios del siglo XX.
No debemos tampoco olvidar que los tiempos de Daffari lo son también de otros míticos nombres de capataces contemporáneos. Algunos trabajaron junto a él, como Juan Ceja (su encargado de cola), otros comenzaron a su cobijo y se convertirían, andando el tiempo, en la “segunda generación” de capataces malagueños, cuyo máximo representante sería Manuel Sánchez, el entrañable “bigote pana” (fallecido hace pocos años), y no queremos dejar de recordar a otros capataces como “el Caimán”, Antonio Bros, o la también legendaria saga de los Polo (con los que además de coincidir en el tiempo, compartiría alguna que otra rivalidad profesional). Y, por supuesto, son también los tiempos de cientos de hombres de trono anónimos que con su gran esfuerzo, y no sin ilusión, hacían posible que moles de varias toneladas cargadas con baterías eléctricas(1), fueran levantadas sobre varales de madera maciza a cambio de lo que tan sólo suponía un extra para sus jornales en los muelles(2), la construcción, o los campos de los montes de Málaga. Hombres de trono a los que aún hoy día hay gente que califica de “mercenarios”, negándoles un merecido reconocimiento en la historia de la Semana Santa malagueña.
Antonio Daffari Hidalgo nació en 1883 en Barcelona, en el seno de una familia de heladeros malagueños de origen italiano. Su abuelo, Giuseppe d’Affari(3), había llegado a Málaga desde la localidad de Asti (próxima a Turín), contratado como maestro heladero, oficio que continuaría su hijo José Daffari, padre de nuestro capataz. Ésa debería haber sido también la profesión de su hijo Antonio si éste no hubiera antepuesto al deseo de su padre la otra gran pasión que compartía junto a la Semana Santa: los caballos. De esta forma, nuestro hombre llegó a ser maestro guarnicionero para las caballerías de la plaza de toros de la Malagueta(4).
Hombre de profundas convicciones religiosas, formó parte del grupo que, en torno al padre Ponce, reorganizó la Cofradía de Pollinica, junto a nombres tan señeros de nuestra Semana Santa como el de un jovencísimo Paco Triviño. Fue precisamente el padre Ponce quien le convenció para conducir por primera vez el trono de Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén. Corría el año 1912(5) y muy poco después sumaría a este trono el de Jesús en la Oración del Huerto. Existen algunas fotos de la época en las que es posible verle ataviado (curiosamente) con traje oscuro y pajarita mientras dirige las maniobras del trono portado por horquilleros con túnica y faraona.
En 1925 participa también en la fundación del Prendimiento en Santo Domingo(6), Hermandad vinculada a los contratistas y proveedores del mercado de Atarazanas. La relación de Antonio Daffari con los comerciantes del mercado central venía a través de su esposa, María Herero (sic), dueña de una carnicería en la calle Puerta Nueva(7). Como podemos observar, la labor de nuestro hombre iba más allá de conducir los tronos por las calles de Málaga. Sin embargo, sigue siendo difícil romper el prejuicio aún existente en ciertos círculos, de que los capataces y hombres de trono (sobre todo los de antaño), formaban un grupo un tanto ajeno y extraño a la normal vida cofrade.
Existe otro dato más (aunque desconocido por no aparecer en ningún libro de historia), que si no relaciona directamente las inquietudes religiosas de Antonio Daffari con su implicación en la creación de cofradías, si lo hace con su preocupación por el patrimonio artístico y religioso (y en cierto modo revela también su valor): Fue él quien salvó y ocultó, junto a otros hermanos de la cofradía, la cabeza de Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto, que había sido separada del resto de la talla durante el saqueo de la iglesia de los Mártires en los sucesos de mayo de 1931. El capataz vivía en calle San Telmo (cerca de la citada iglesia) y al parecer, en un momento de descuido por parte de los saqueadores, aprovechó para recoger la cabeza de la pila en la que se encontraba amontonada ocultándola en un paño(8).
Hay otras muchas anécdotas, ya relacionadas con sus labores de capataz, y que él no se cansaba de recordar en las muchas entrevistas que le fueron realizadas a lo largo de su vida: Percances, como el de que en una ocasión cayó al suelo ante el trono de la Pollinica y éste le pasó entero por encima, aunque salió afortunadamente ileso(9). Apuestas ganadas, como la que le valió una merecida cena al asegurar que conseguiría hacer doblar al nuevo trono de la Piedad con sus varales de catorce metros por la esquina de Especerías con calle Nueva(10) O su anécdota preferida: como un lluvioso Viernes Santo de 1948 les avisaron a él y su cuadrilla (que ya se habían encerrado), para recoger al Cristo del Amor que se encontraba “chorreando” en plena calle Victoria. “¡Lo llevaron como leones!”. Contaba con emoción y orgulloso de sus hombres de trono.
“Sus” hombres de trono, y recalcamos lo de “sus”, ya que ésa es una de las características que diferenciaban al antiguo capataz profesional del actual: el vínculo personal con los hombres de trono. Como por entonces el varal no era considerado un puesto para los hermanos en los desfiles(11), las cofradías delegaban en los capataces la tarea de reclutar, tallar y organizar sus propias cuadrillas de hombres de trono. De alguna manera parecía querer evitarse todo contacto entre hombres de trono y hermanos, pues eran también los capataces los encargados del reparto de túnicas y de los pagos. En el caso de Daffari, todas estas tareas se realizaban en su propia casa(12) con la colaboración entusiasta de su hija Encarna (a la que todavía recuerdan con cariño muchos viejos hombres de trono(13). Cada capataz tenía un núcleo de confianza más o menos fijo con el que trabajaba a lo largo de toda la semana y repetía un año tras otro. Algunos hombres de trono, cuando ya los años y los achaques del cuerpo no les permitían pegarse al varal, eran reenganchados como botijeros o canasteros para poder continuar cerca de los tronos que durante tantos años habían llevado. Hermosa forma, sencilla y sincera, de implicarse con la Semana Santa.
Antonio Daffari fue capataz del Huerto y la Concepción, del Cautivo y la Trinidad, de Gitanos, de las Penas, del Rescate, de Sentencia y el Rosario, del Rocío, de Fusionadas, de la Sangre y Consolación, de la Buena Muerte y la Soledad, del Santo Suplicio, los Milagros y la Amargura, de la Piedad, de la Soledad del Sepulcro, del Resucitado, de la Divina Pastora, de María Auxiliadora, del Carmen, de la Victoria... y sobre todo de su querida Pollinica(14): su primera Cofradía y la última que estuvo sacando hasta el final de su vida(15). Así podemos verlo hoy día: vestido con túnica blanca, faraona y sandalias. Observándonos serio y solemne desde el silencio en blanco y negro de decenas de fotos antiguas.
Aunque Antonio Daffari murió en un ya lejano 1960, es todavía posible encontrarse con algún viejo hombre de trono que, con una sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos, nos comenta henchido de orgullo mientras consume pausadamente su pitillo: “Yo fui hombre de Trono, en los tiempos de Daffari”.
Notas:
No debemos tampoco olvidar que los tiempos de Daffari lo son también de otros míticos nombres de capataces contemporáneos. Algunos trabajaron junto a él, como Juan Ceja (su encargado de cola), otros comenzaron a su cobijo y se convertirían, andando el tiempo, en la “segunda generación” de capataces malagueños, cuyo máximo representante sería Manuel Sánchez, el entrañable “bigote pana” (fallecido hace pocos años), y no queremos dejar de recordar a otros capataces como “el Caimán”, Antonio Bros, o la también legendaria saga de los Polo (con los que además de coincidir en el tiempo, compartiría alguna que otra rivalidad profesional). Y, por supuesto, son también los tiempos de cientos de hombres de trono anónimos que con su gran esfuerzo, y no sin ilusión, hacían posible que moles de varias toneladas cargadas con baterías eléctricas(1), fueran levantadas sobre varales de madera maciza a cambio de lo que tan sólo suponía un extra para sus jornales en los muelles(2), la construcción, o los campos de los montes de Málaga. Hombres de trono a los que aún hoy día hay gente que califica de “mercenarios”, negándoles un merecido reconocimiento en la historia de la Semana Santa malagueña.
Antonio Daffari Hidalgo nació en 1883 en Barcelona, en el seno de una familia de heladeros malagueños de origen italiano. Su abuelo, Giuseppe d’Affari(3), había llegado a Málaga desde la localidad de Asti (próxima a Turín), contratado como maestro heladero, oficio que continuaría su hijo José Daffari, padre de nuestro capataz. Ésa debería haber sido también la profesión de su hijo Antonio si éste no hubiera antepuesto al deseo de su padre la otra gran pasión que compartía junto a la Semana Santa: los caballos. De esta forma, nuestro hombre llegó a ser maestro guarnicionero para las caballerías de la plaza de toros de la Malagueta(4).
Hombre de profundas convicciones religiosas, formó parte del grupo que, en torno al padre Ponce, reorganizó la Cofradía de Pollinica, junto a nombres tan señeros de nuestra Semana Santa como el de un jovencísimo Paco Triviño. Fue precisamente el padre Ponce quien le convenció para conducir por primera vez el trono de Nuestro Padre Jesús a su entrada en Jerusalén. Corría el año 1912(5) y muy poco después sumaría a este trono el de Jesús en la Oración del Huerto. Existen algunas fotos de la época en las que es posible verle ataviado (curiosamente) con traje oscuro y pajarita mientras dirige las maniobras del trono portado por horquilleros con túnica y faraona.
En 1925 participa también en la fundación del Prendimiento en Santo Domingo(6), Hermandad vinculada a los contratistas y proveedores del mercado de Atarazanas. La relación de Antonio Daffari con los comerciantes del mercado central venía a través de su esposa, María Herero (sic), dueña de una carnicería en la calle Puerta Nueva(7). Como podemos observar, la labor de nuestro hombre iba más allá de conducir los tronos por las calles de Málaga. Sin embargo, sigue siendo difícil romper el prejuicio aún existente en ciertos círculos, de que los capataces y hombres de trono (sobre todo los de antaño), formaban un grupo un tanto ajeno y extraño a la normal vida cofrade.
Existe otro dato más (aunque desconocido por no aparecer en ningún libro de historia), que si no relaciona directamente las inquietudes religiosas de Antonio Daffari con su implicación en la creación de cofradías, si lo hace con su preocupación por el patrimonio artístico y religioso (y en cierto modo revela también su valor): Fue él quien salvó y ocultó, junto a otros hermanos de la cofradía, la cabeza de Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto, que había sido separada del resto de la talla durante el saqueo de la iglesia de los Mártires en los sucesos de mayo de 1931. El capataz vivía en calle San Telmo (cerca de la citada iglesia) y al parecer, en un momento de descuido por parte de los saqueadores, aprovechó para recoger la cabeza de la pila en la que se encontraba amontonada ocultándola en un paño(8).
Hay otras muchas anécdotas, ya relacionadas con sus labores de capataz, y que él no se cansaba de recordar en las muchas entrevistas que le fueron realizadas a lo largo de su vida: Percances, como el de que en una ocasión cayó al suelo ante el trono de la Pollinica y éste le pasó entero por encima, aunque salió afortunadamente ileso(9). Apuestas ganadas, como la que le valió una merecida cena al asegurar que conseguiría hacer doblar al nuevo trono de la Piedad con sus varales de catorce metros por la esquina de Especerías con calle Nueva(10) O su anécdota preferida: como un lluvioso Viernes Santo de 1948 les avisaron a él y su cuadrilla (que ya se habían encerrado), para recoger al Cristo del Amor que se encontraba “chorreando” en plena calle Victoria. “¡Lo llevaron como leones!”. Contaba con emoción y orgulloso de sus hombres de trono.
“Sus” hombres de trono, y recalcamos lo de “sus”, ya que ésa es una de las características que diferenciaban al antiguo capataz profesional del actual: el vínculo personal con los hombres de trono. Como por entonces el varal no era considerado un puesto para los hermanos en los desfiles(11), las cofradías delegaban en los capataces la tarea de reclutar, tallar y organizar sus propias cuadrillas de hombres de trono. De alguna manera parecía querer evitarse todo contacto entre hombres de trono y hermanos, pues eran también los capataces los encargados del reparto de túnicas y de los pagos. En el caso de Daffari, todas estas tareas se realizaban en su propia casa(12) con la colaboración entusiasta de su hija Encarna (a la que todavía recuerdan con cariño muchos viejos hombres de trono(13). Cada capataz tenía un núcleo de confianza más o menos fijo con el que trabajaba a lo largo de toda la semana y repetía un año tras otro. Algunos hombres de trono, cuando ya los años y los achaques del cuerpo no les permitían pegarse al varal, eran reenganchados como botijeros o canasteros para poder continuar cerca de los tronos que durante tantos años habían llevado. Hermosa forma, sencilla y sincera, de implicarse con la Semana Santa.
Antonio Daffari fue capataz del Huerto y la Concepción, del Cautivo y la Trinidad, de Gitanos, de las Penas, del Rescate, de Sentencia y el Rosario, del Rocío, de Fusionadas, de la Sangre y Consolación, de la Buena Muerte y la Soledad, del Santo Suplicio, los Milagros y la Amargura, de la Piedad, de la Soledad del Sepulcro, del Resucitado, de la Divina Pastora, de María Auxiliadora, del Carmen, de la Victoria... y sobre todo de su querida Pollinica(14): su primera Cofradía y la última que estuvo sacando hasta el final de su vida(15). Así podemos verlo hoy día: vestido con túnica blanca, faraona y sandalias. Observándonos serio y solemne desde el silencio en blanco y negro de decenas de fotos antiguas.
Aunque Antonio Daffari murió en un ya lejano 1960, es todavía posible encontrarse con algún viejo hombre de trono que, con una sonrisa en los labios y un brillo especial en los ojos, nos comenta henchido de orgullo mientras consume pausadamente su pitillo: “Yo fui hombre de Trono, en los tiempos de Daffari”.
Notas:
1: Vaya como ejemplo que en los años 50 el trono de Humillación (el mismo que se procesiona en la actualidad y al que hay que añadir baterías, varales de pino, etc.) era llevado por tan solo ¡40 hombres!
2: En entrevista publicada por el diario Sur el 6 de abril de 1949, Antonio Daffari declara que el jornal máximo recibido por los hombres de trono es de “seis duros”. O sea, 30 de nuestras antiguas pesetas. El capataz aprovecha también el momento para reivindicar una subida de tarifas para sus hombres.
3: D’Affari es la grafía correcta del apellido en italiano que, al castellanizarse perdió el apóstrofe y derivó en Daffari. Antonio Daffari no llegó a tener hijos varones y todos sus descendientes directos llevan el apellido como segundo, así que, desgraciadamente, se perderá.
4: Su taller particular estuvo emplazado en la calle García Briz. Es curioso señalar que, debido a su oficio, fue durante años el encargado de confeccionar los uniformes de cuero para la “guardia romana” del Santo Traslado.
5: En el citado Sur del 6 de abril de 1949, Antonio Daffari declara que treinta y siete años atrás, sacó por vez primera el trono de la Pollinica.
6: Fuente: A. Llordén y S. Souvirón. Historia documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la ciudad de Málaga.
7: Dato curioso: María Herero fue la primera mujer (y la única de su tiempo) con permiso para entrar en el matadero municipal.
8: Dicen de él que era hombre modesto. Esta historia jamás fue contada en público por Antonio Daffari. Si se ha transmitido ha sido posteriormente dentro de su familia.
9: En entrevista concedida al diario Sur el 1 de marzo de 1942.
10: Según Daffari, éste era el punto más difícil de todo el recorrido para los tronos de Semana Santa.
11: Excepciones eran Pasión y Estudiantes.
12: Su nieto Juan (mi padre) recuerda haber visto pilas de túnicas amontonadas hasta el techo con los colores de las distintas cofradías en casa de su abuelo.
13: Sin ir más lejos un día descubrí que mi suegro había sido en alguna ocasión hombre de trono para Daffari cuando me comentó que recogía su jornal en calle San Telmo, donde les pagaba “una señorita”.
14: Con toda seguridad de algunas más, pero no las incluyo en esta relación sin su total confirmación.
15: Fue recogiendo su testigo en la mayor parte de los tronos Manuel Sánchez “bigote pana”.
2: En entrevista publicada por el diario Sur el 6 de abril de 1949, Antonio Daffari declara que el jornal máximo recibido por los hombres de trono es de “seis duros”. O sea, 30 de nuestras antiguas pesetas. El capataz aprovecha también el momento para reivindicar una subida de tarifas para sus hombres.
3: D’Affari es la grafía correcta del apellido en italiano que, al castellanizarse perdió el apóstrofe y derivó en Daffari. Antonio Daffari no llegó a tener hijos varones y todos sus descendientes directos llevan el apellido como segundo, así que, desgraciadamente, se perderá.
4: Su taller particular estuvo emplazado en la calle García Briz. Es curioso señalar que, debido a su oficio, fue durante años el encargado de confeccionar los uniformes de cuero para la “guardia romana” del Santo Traslado.
5: En el citado Sur del 6 de abril de 1949, Antonio Daffari declara que treinta y siete años atrás, sacó por vez primera el trono de la Pollinica.
6: Fuente: A. Llordén y S. Souvirón. Historia documental de las Cofradías y Hermandades de Pasión de la ciudad de Málaga.
7: Dato curioso: María Herero fue la primera mujer (y la única de su tiempo) con permiso para entrar en el matadero municipal.
8: Dicen de él que era hombre modesto. Esta historia jamás fue contada en público por Antonio Daffari. Si se ha transmitido ha sido posteriormente dentro de su familia.
9: En entrevista concedida al diario Sur el 1 de marzo de 1942.
10: Según Daffari, éste era el punto más difícil de todo el recorrido para los tronos de Semana Santa.
11: Excepciones eran Pasión y Estudiantes.
12: Su nieto Juan (mi padre) recuerda haber visto pilas de túnicas amontonadas hasta el techo con los colores de las distintas cofradías en casa de su abuelo.
13: Sin ir más lejos un día descubrí que mi suegro había sido en alguna ocasión hombre de trono para Daffari cuando me comentó que recogía su jornal en calle San Telmo, donde les pagaba “una señorita”.
14: Con toda seguridad de algunas más, pero no las incluyo en esta relación sin su total confirmación.
15: Fue recogiendo su testigo en la mayor parte de los tronos Manuel Sánchez “bigote pana”.
Los ingleses dicen que la sangre es más espesa que el agua, así que supongo que era inevitable que acabásemos convertidos en Hombres de trono. Los días pasan y ya faltan pocas semanas para que servidor vuelva a pensar, como todos los años, que no podré aguantar La Soledad...
ResponderEliminarChapó. Cuánto disfruto de esto. Ya hablaremos pues tu historia no debe quedarse encerrada en tu blog. A esto hay que darle aire.
ResponderEliminarCarlos, la cuenta ya no tiene remedio, a mi ya el lomo me duele tela marinera.
Daffari, a sus piés.
Carlos de casta le viene al galgo. Si no lo habías hecho antes había sido por falta de convicción y perdona decírtelo por cabezón. Menos mal que Greg te pinchó un poco.
ResponderEliminarPablo cuando quieras te echo un cable para subir las fotos y documentar el texto.
Y, con un poco de suerte, la saga familiar continuará con Diego Ramírez Del Pino... Ojalá que hombro con hombro con Pablo Roldán Santander.
ResponderEliminarGenial, me han encantado este trozo de la historia de tu familia. Además em dio mucho gusto conocer esta parte :"Fue él quien salvó y ocultó, junto a otros hermanos de la cofradía, la cabeza de Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto, que había sido separada del resto de la talla durante el saqueo de la iglesia de los Mártires en los sucesos de mayo de 1931.". Por que esta historia también la he escuchado yo a los mayores de mi pueblo refiriéndose a "alguien" que en salvo la cabeza de Nuestro Padre Jesús en la Oración del Huerto, pero no tenia ni idea de quién fue.
ResponderEliminarInteresante artículo, por cierto usando el correo que tengo para el periódico del instituto, me deja añadir comentarios.
ResponderEliminarAunque sea de Huelva, no dejo de reconocer (estúpido sería lo contrario) que ostentáis la mejor semana santa desde mi punto de vista, tal vez Sevilla en cuanto a obras de arte por autores la supera, pero la diferencia respecto a la que conozco del paso y por supuesto algunos tronos qu e son obras de arte, la convierten en tal.
Hola, no sé si lo sabias pero unos cuantos "locos del varal" hemos hecho un blog y una cuadrilla de hombre sde trono y nos hemos tomado la libertad de ponernos el nombre de Daffari en su honor. Pásate y nos conoces, y porsupuesto si te gusta el tema del varal únete, sería un gran honor tener en nuestra cuadrilla a un familiar de Daffari. Un gran abrazo. Juli http://daffarihombresdetrono.blogspot.com/
ResponderEliminarAmigo., Juli., con este nombre raro no me conoces; soy Ricardo.
ResponderEliminarTú ya conoces a Pablo, es el secretario de la Asociación; estuvo en la mesa redonda en la que participaste.
Yo ya me he unido.., espero sigáis así., seguro que algunos más lo hacen también. El artículo de lujo...¿verdad?.
Vaya sorpresa! he conocido a un familiar de Daffari sin saberlo jejeje, pues sí, un artículo de los que terminas de leerlo y te quedas con las ganas de más. Ricardo, para cuando una tardecita, café (o líquido alcoholizado mezclado con refrigerio de sabor) y charla con Pablo... algo así en plan "petit comité", una tarde de anécdotas, etc...
ResponderEliminarJuli
Eso no es problema (sin contar con nadie......, jejej), de hecho, cuántos viernes has pasasdo por la pueta del "Pombo" y has dicho., "hola, buenas tardes". Ya ha comenzado el lío "semanasantero" y estarémos por allí más de un viernes. Si te parece ya te digo cuál de ellos, (quizás el 8 de octubre asomemos por allí).
ResponderEliminar;)) Saludos.
Pablo: Precioso y entrañable artículo que recomiendo que con alguna que otra fotografía más sea publicado en la revista de Semana Santa "La Saeta". Contacta con su director Andrés Camino al respecto, por favor. Pudiera tener cabida en La Saeta de Otoño 2013.
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