jueves, 25 de octubre de 2012

El partido soñado del Spectrum


AC Milan, AFC Ajax, FC Bayern; FC Porto, Manchester UTD, Paris SG, Real Madrid; CD  Málaga. Esta ristra de equipos, en la que sólo el Málaga desentona, es una de tantas  de las que mi hermano y yo editábamos en el Match Day, un mítico juego de los tiempos del Spectrum. Hoy por hoy, en plena era digital en la que minúsculos pendrives albergan ingentes cantidades de memoria, resulta inverosímil para las actuales generaciones como los ordenadores albergaban 128k de memoria y los programas se cargaban a través de cintas de casete mientras debíamos esperar varios minutos; sistemas multicarga para pasar las pantallas; o aquellos temibles “errores” que solían fastidiar la carga justo al final.
AC Milan, Bayer Leverkusen, Benfica, FC Barcelona, Liverpool FC, PSV Eindhoven, Steaua FC, CD Málaga. Podíamos ir cambiando casi todos los equipos a lo largo de la tarde mientras disputábamos un campeonato tras otro. Podían cambiar casi todos salvo el Milan. Era el equipo soñado. El de aquellas elegantes y exóticas rayas rojinegras. El equipo de Baresi, Rijkaard, Donadoni, Gullit y Van Basten. Aquellos que trituraron con un 5-0 al todopoderoso Real Madrid que en la Liga española conseguía cinco títulos consecutivos y batía récords sin apenas resistencia.  Como soñar es gratis, allí estaba el Málaga, de celeste o de azul, las únicas variedades cromáticas que podíamos encontrarle en aquellos simplísimos gráficos naif que hoy día contemplamos con cariño y nostalgia.
Málaga CF 1-0 AC Milan. No fue el marcador del partido soñado del Spectrum, fue real. Y yo, estuve allí. Fue curioso escuchar tras el encuentro a esos mismos medios de alcance nacional que magnifican las victorias de los “grandes” y minimizan sus derrotas calificar al Milan de  “institución en crisis”, o de equipo que trata de “reinventarse” a la “búsqueda de su identidad”. No será el Milan de Sacchi, Capello, o Ancelotti, pero digan lo que digan sigue siendo el Milan. Con sus siete Copas de Europa, su mismo peso histórico, su mismo poder institucional y su mismo Berlusconi. Si soñar era gratis con el Match Day, ahora nada debe impedir que saboreemos una hermosa realidad.
AC Milan, AFC Ajax, FC Bayern, FC Barcelona, Manchester UTD, Paris SG, Real Madrid, Málaga CF. No es una lista editada en el Spectrum. Son nombres de equipos candidatos a estar en el bombo de la segunda fase de la Champions League. Podría darse, curiosamente, que el Málaga se clasifique y el Milan no, algo intrascendente teniendo en cuenta que el Málaga pasa por una etapa más o menos efímera (Deportivo, Celta o Villarreal ya saborearon estas mieles antes de volver a su realidad histórica, descensos incluidos) mientras que el Milan continuará acumulando Scudetti y Champions Leagues en un futuro no muy lejano.
Una vez me contaron que cuando el Nápoles de Maradona ganó por primera vez el Scudetto, la tapia del principal cementerio de la ciudad amaneció,  tras toda una noche de celebraciones, con la siguiente pintada escrita en letras gigantescas: "¡Lo que os habéis perdido!" Quisiera creer que en Málaga no son necesarios esos excesos porque, de alguna manera, los difuntos malaguistas han podido disfrutar de este partido soñado ¿Acaso no es blanquiazul el cielo?

lunes, 3 de septiembre de 2012

Incomunicado, antisocial, cultureta, friki, radical... ¡Cavernícola!

A todos aquellos que pensáis que tanto internet como las nuevas tecnologías puden dar más de sí.
 
Nunca me he considerado enemigo del progreso o del desarrollo tecnológico. Ambas cosas nos han sacado de las cavernas y nos han traído las vacunas, la electricidad, el agua corriente, el reproductor de música o el cinematógrafo. Sin embargo, la vorágine por adquirir nuevas tecnologías y sus consecuencias sociales se están convirtiendo en una carrera consumista que raya los límites del absurdo. Hoy resulta más acertado que nunca aquel comentario de Oscar Wilde de que "no hay nada tan peligroso como ser tan moderno ya que se corre el riesgo de quedar anticuado en seguida".

¡TODOS BAJO COBERTURA!
Lástima que no prosperaran estos móviles de autnetico diseño italiano
Hasta mediados de la década de los 90 la telefonía móvil era una rareza y un lujo sólo al alcance de seudoejecutivos y tipos con pinta de agentes de bolsa. Ponerse en contacto con familiares, amigos y conocidos no era difícil: todos sabíamos a qué hora telefonear (hoy diríamos al "fijo") para encontrar a cualquiera en casa. Pero de repente, la generalización del móvil vino acompañada de una mayor dificultad para contactar con la gente por cauces "tradicionales". Casi nadie parecía estar en casa nunca y no se devolvían las llamadas al domicilio "Uy, es que llamar a un fijo desde el móvil es muy caro", decían. Por si fuera poco las consecuencias de no tener móvil llevaban incluso a la exclusión social: podías estar esperando a los amigos más de media hora sobre el horario previsto para la cita y luego escuchar "Uy, hemos llegado tarde pero al único al que no pudimos avisar fue a ti. Como no tienes móvil, estás incomunicado". Eso por no hablar de las conversaciones que no podías seguir porque llevaban rato iniciadas gracias a la complicidad de las llamaditas o los SMS. Mis amigos incluso hicieron el esfuerzo de convencerme con ejemplos realistas tomados de la vida cotidiana: "Uy, tener un móvil es la única forma de avisar a la policía si una banda albano-kosovar te mete en un maletero para secuestrarte". Yo, que siempre he sido un poco paranoico, encontré un verdadero argumento de peso, pero cuando estaba a punto de salir corriendo a la tienda pensé que si mis amigos eran incapaces de localizarme sabiendo mi domicilio y teléfono fijo ¿cómo diablos iba a encontrarme una banda de albano-kosovares? Finalmente, a mediados de 2005, fui trasladado fuera de mi ciudad por motivos de trabajo y pensé que el móvil sería más cómodo y rentable que la cabina de teléfonos. ¡qué placer el de mandar y recibir llamadas y mensajitos! Y lo mejor de todo: ¡Volvía a estar comunicado con el mundo!
   
¿Cómo se las apañaría Hermes sin messenger?
TIENES UN EMILIO
Pero, ay, amigos míos, cuan efímera es la ilusión de sentirse plenamente satisfecho. Al poco tiempo comenzaron los mismos problemas de comunicación. "¿Por qué nadie me avisa por el móvil?", protesté. "Uy, el móvil es muy caro", contestaron, "Nos hemos pasado todos al Messenger".
Para continuar esta historia debemos retroceder más o menos a la época en que aparecieron los móviles. Cuando Internet comenzó a generalizarse, muchas personas que jamás habían escrito una carta, sintieron la necesidad imperiosa de crearse un correo electrónico. Yo, que siempre he sido un apasionado del género epistolar, me entusiasmé imaginando que aquello sería el inicio de una hermosa y fructífera correspondencia con los amigos. Cual sería mi desilusión al encontrar mi buzón abarrotado de virus informáticos, estúpidas cadenas de mensajes plagados de leyendas urbanas, chistes de dudoso humor y pornografía de lo más soez. Pero al menos, tener un correo me permitía usar la aplicación del Messenger para no volver a quedar aislado.

ATRAPADO EN LAS REDES SOCIALES
Mas un buen día, paciente lector, aquellas lucecitas verdes que advertían de la disponibilidad de los contactos dejaron de encenderse para siempre. "¿Dónde os metéis todos?", pregunté. "Uy, el messenger es muy limitado. Ahora estamos todos en Facebook, donde puedes compartir imágenes y otros contenidos. Si no fueras tan antisocial, ya te habrías hecho uno". Y es que, con el transcurso del tiempo, los teléfonos se habían desarrollado tanto que, gente que jamás había hecho una foto, sintió nuevamente la imperiosa necesidad de adquirir un nuevo móvil con cámara.
Tengo que reconocer que la primera vez que entré en Facebook su potencial de comunicación me fascinó. Si un comentario del tipo "Acabo de hincar un truño" era capaz de suscitar decenas de réplicas y muestras de aprobación a pesar de su escatológica concisión, ¿qué cantidad de intercambios y sugerencias generaría compartir artículos de divulgación, música o vídeos? Cual sería mi sorpresa al comprobar que estos menesteres solían ser recibidos con general mutismo por mis contactos. "Uy", me explicaron, "es que usar todo esto en Facebook resulta un verdadero desperdicio" (podrían haber añadido, parafraseando a Les Luthiers, "y tenemos por costumbre deshacernos de los desperdicios"). "Esas utilidades son más propias de un blog", me aconsejaron, "¿por qué no te haces uno?". Y fue así, amigos y seguidores, como en enero de 2010 arrancó El asunto Daffari, que tampoco tuvo la aceptación esperada por, digamos, la desconcertante disparidad de contenidos. "Uy, cine y música clásica, que cultureta", decían unos, "con este nivel cualquiera se atreve a hacer un comentario". "Uy, fútbol y Semana Santa", decían otros, "mira si hay que ser friki para dedicar literatura a esas cosas". En fin, en esas andamos.

Este señor ha encontrado algo realmente digno de compartir en las redes sociales.

LOS POLLITOS DICEN PÍO, PÍO, PÍO. CUANDO TIENEN HAMBRE, CUANDO TIENEN FRÍO
Mientras tanto, a algún cerebro pensante se le ocurrió que la posibilidad de poder acceder a Internet sólo desde el domicilio era algo obsoleto y debería poder hacerse a través del móvil desde cualquier lugar (era ciertamente frustrante que alguien comentase haber hincado un truño y no pudiéramos contestar inmediatamente, sino al llegar a casa un par de horas después). Así que la gente tiró sus móviles llenos de cámaras y megapíxeles y corrió a hacerse con Iphones, Ipads y demás maravillas de la tecnología. Para estar "in" ya no valen llamadas, sms, emails, messenger, facebook ni gaitas. Ahora hay que tener el Wassup (o como leches se escriba). Cansado ya de la fugacidad de cada invento y aplicación, me negué a cambiar de móvil y protesté por lo que consideraba simple frivolidad consumista. "Uy, tú es que siempre has sido un radical", me espetaron.
De la noche a la mañana me vi solo en Facebook. "Uy, ahora estamos todos en Twitter", me advirtieron. "Es que en Facebook sobran demasiados caracteres cuando escribes desde el móvil y además, hay muy poca privacidad". Yo no quise decir nada, pero para comentar "acabo de hincar un truño" ciertamente no te hacían falta demasiados caracteres. En cuanto a lo de la privacidad, el hecho de ilustrar semejante estado con tu foto en plena faena sobre la taza del váter, tampoco es que dejara mucho espacio a la intimidad.
Por lo que respecta al Twitter (lo último hasta el momento) hay que reconocer cuan limitado era pasar una cena con los amigos disfrutando tan sólo de la conversación de los presentes. Gracias a Dios, esta aplicación abre la velada al resto del mundo, convirtiendo el entorno de la mesa en una especie de gallinero (la palabra tweet va que ni pintada ya que significa "piar" en inglés) donde los constantes pitidos y zumbidos advierten de un nuevo y jugoso comentario allende las ondas. Pero no se crean que los que carecemos de estos inventos nos sentimos aburridos o excluidos, uno siempre puede dedicar esos momentos de ensimismamiento a calcular cuanto ha crecido en la última semana la mata de albahaca.
Y aquí es donde, servidor, siguiendo el ejemplo del viejo Groucho, pide aquello de "paren el mundo que me bajo". Me niego a continuar con esta absurda escalada consumista: paso del Facebook y estoy planteándome que hasta del teléfono móvil. Continuaré el blog (con lectores o sin ellos) porque me parece una estupenda excusa para obligarme a escribir. Aun a riesgo de quedar incomunicado, ser antisocial, que me califiquen de cultureta, friki o hasta radical. Si toda esta gilipollez alienante es progreso, llámenme... ¡Capitán cavernícola!

¿Cómo se podrá reir sin messenger, facebook, wassup ni twitter?
Como pequeña recompensa para los que habéis tenido la santa paciencia de llegar hasta el final de esta elucubración mental, os dejo esta desternillante escena de Un día en las carreras. Decidme si  no podría ser digna metáfora del tocomocho con el que nos estafan constantemente en nombre del "progreso".

miércoles, 29 de agosto de 2012

Luna del Pireo

Vista nocturna del puerto ateniense del Pireo.

Hace dos mil quinientos años los atenienses introdujeron un segundo oficiante en sus celebraciones rituales en honor a los dioses de forma que ambos podían dialogar entre sí o con el coro de feligreses. Estaban inventando, sin saberlo, el teatro. Griegos eran también aquellos que idearon un juego llamado esferomaquia que, andando el tiempo, resultaría ser uno de los precedentes del fútbol.
Decía Nietzsche en “El nacimiento de la tragedia” que toda manifestación artística es el resultado del debate entre la estética apolínea (racionalidad, equilibrio, serenidad) y la dionisíaca (intuición, fantasía, frenesí). Si bien es cierto que el filósofo alemán pensaba en el teatro, la música y la ópera, su afirmación podría ser extrapolable al fútbol en cuanto espectáculo escenificado.
El espíritu apolíneo estaría representado por el orden táctico, el pase de tiralíneas  o la seriedad del marcaje. Al espíritu dionisíaco corresponderían la filigrana del regate, la asistencia mágica o el ensueño de la vaselina que desafía la gravedad. Desgraciadamente lo que se ve en los terrenos de juego suele ser más digno de encomienda a Lete (la fuente del olvido del Hades), mientras la versión más burda del éxtasis báquico se refleja en los excesos etílicos de la grada.
Poco saben de momentos apolíneos o dionisíacos en la afición malaguista a lo largo de su historia. La tragedia, en cambio, la han saboreado a raudales (traumáticos descensos, futbolistas malogrados en la flor de la vida, travesía por categorías inferiores o incluso la desaparición del club). Hace dos años la fortuna pareció cruzarse en el camino cuando el club fue adquirido por un magnate que fichó jugadores cotizados y un técnico de nivel internacional. De hecho, la última temporada (con la mejor campaña en la historia del equipo y la clasificación para la Champions), sólo invitaba a soñar.
Sin embargo, apenas un mes después, el sueño pareció tornarse en pesadilla. Diversos problemas relacionados con las gestiones del jeque hicieron que éste paralizara cualquier inversión en el club. Una afición desorientada por la falta de información se despertaba cada día con noticias acerca de denuncias de clubes, impagos a la plantilla o bloqueo de Hacienda, mientras que el equipo era poco menos que abandonado a su suerte en la gira sudamericana y los jugadores emblemáticos comenzaban a ser malvendidos. Los más viejos del lugar, con el antecedente de todo el historial de infortunios, se prepararon para paladear una nueva tragedia.
Para los anales de la épica deportiva quedarán unos jugadores que, pudiendo haber huido en desbandada,  apelaron a su dignidad profesional y dejaron al equipo en la máxima competición futbolística del planeta. Justo es decir que la mayor parte de la responsabilidad debe agradecerse a un Manuel Pellegrini que, como buen capitán, decidió que en caso de naufragio sería el último en abandonar el barco.
Y fue en Atenas, en Grecia, donde culminó esta historia. En la tierra de los dioses y los héroes. Del teatro, la esferomaquia y la tragedia.
A esta hora, el pétreo graderío de un teatro milenario en la ladera de Gibralfaro parece devolver el eco de unos vítores cantados por unos pocos afortunados al pie de la Acrópolis. Quizás, porque la idéntica noche es bañada por el Mediterráneo desde el Helesponto a las Columnas de Hércules. Salió la Luna de Málaga por el Pireo.

sábado, 4 de agosto de 2012

Dioses del Olimpo

A Fernando, que de estas cosas entiende más que yo.

Los primeros Juegos Olímpicos de los que guardo memoria son Los Ángeles 1984. Durante los meses previos era imposible que un niño que aún no había cumplido diez años no se entusiasmara con el llamado “espíritu olímpico” bombardeado por los coleccionables de los periódicos o los reportajes en la televisión. Así comencé a conocer las historias de héroes legendarios de Olimpiadas precedentes que sonaban tan míticas y lejanas como las de los atletas de la antigüedad clásica.

Jim Thorpe, héroe de Estocolmo 1912.
Cuando en Sydney 2000 brilló la estrella de Ian Thorpe, vino a mi memoria la imagen de otro Thorpe olímpico que conocí durante aquellos meses de documentales y fotografías en papel satinado. Jim Thorpe (1888-1953) fue el héroe de los Juegos de Estocolmo 1912 consiguiendo sendas medallas de oro tanto en pentatlón como en decatlón. En esta última prueba, su récord de 8413 puntos permaneció imbatido durante décadas. Sin embargo, a su regreso a los Estados Unidos, la carrera olímpica de Thorpe fue destruida por sus propios compatriotas. Eran los tiempos del amateurismo en las olimpiadas y Thorpe fue denunciado y perseguido por haber cobrado como profesional en pequeñas ligas de béisbol (cantidades irrisorias como dos dólares diarios o treinta y cinco semanales). Tras conocer la noticia, el COI le retiró todas sus marcas y honores. En el fondo de la polémica subyacían en realidad los problemas raciales de EE.UU. Los elitistas responsables del deporte estadounidense no perdonaban a Thorpe ser un nativo americano cuyo nombre indígena era Wa-Tho-Huk (“Sendero iluminado por los rayos”). Thorpe soportó el castigo con heroica resignación y, de todas formas, gracias a su fama y excepcionales actitudes, no le faltaron ofertas. Consiguió ser realmente profesional jugando tanto en la liga de bésibol (nada menos que en los New York Giants) como en la NFL (la liga profesional de fútbol americano). Un prodigio atlético al alcance de pocos. En 1912, durante la ceremonia de entrega de medallas, el rey Gustavo V de Suecia había estrechado la mano de Thorpe con sincera admiración mientras le decía: "Señor, es usted el más grande atleta del mundo". Thorpe, puede que por la ignorancia del estadounidense medio sobre las normas de etiqueta y protocolo, puede que por la proverbial parquedad de palabra de los nativos americanos, respondió con un lacónico e ingenuo "Gracias, rey". En 1982 el COI rehabilitó todos sus récords y honores.

Johnny Weissmuller, campeón olímpico y Tarzán.

Aunque yo no lo sabía, ya conocía al héroe de los Juegos Olímpicos de París 1924. Me impresionó sobremanera saber que Johnny Weissmuller (1904-1984), el Tarzán de aquellas entretenidísimas películas de la sobremesa de los sábados, fue el primer hombre que consiguió nadar los 100 metros libres en menos de un minuto (un tiempo que hoy día parece ridículo pero que por entonces resultaba una barrera infranqueable). Weissmuller, (nacido en realidad en la Rumanía austro-húngara y emigrado a EE.UU. junto a sus padres) consiguió tres oros en los Juegos de París: en los 100 libres, 400 libres y en los relevos de 200 libres. Cuatro años después, en Amsterdam 1928, revalidaría dos de esas medallas.

Si pudiera elegir haber presenciado unos Juegos Olímpicos, creo que me quedaría con Berlín 1936, la Olimpiada que Hitler diseñó como escaparate mundial del nazismo y que estaba destinada a demostrar la supremacía de la "raza aria" en el mundo. Debió ser impagable ver como al Führer se lo llevaban todos los demonios en el palco de honor mientras un negro americano llamado Jesse Owens (para más inri nieto de esclavos recolectores de algodón), desmontaba sus tesis raciales ganando cuatro oros en las pruebas de atletismo (salto de longitud, 100 metros, 200 metros y 4x100 relevos). Hubo que esperar 48 años para que Carl Lewis repitiera el hito en Los Ángeles 84. Especialmente emocionante fue la final de salto en la que compitió mano a mano contra el representante del III Reich Luz Long y que obligó a Owens a dar lo mejor de sí. Hitler se negó a participar en la entrega de medallas para no estrechar la mano de un negro, sin embargo Long y Owens forjaron una sincera amistad gracias a la admiración mutua en un claro ejemplo de espíritu olímpico.

Jesse Owens y Luz Long en Berlín 1936.
Emil Zátopek, "la locomotora humama".
La soledad del corredor de fondo se ha convertido en algo proverbial gracias al relato de Allan Sillitoe, la adaptación cinematográfica de Tony Richardson y, por qué no decirlo, la canción de Iron Maiden. Si hay un atleta con más derecho a reclamar esa soledad es, sin duda, Emil Zátopek. En Londres 1948 ya había ganado la carrera de los 10.000, pero fue en Helsinki 1952 donde recibió el apodo de la locomotora humana tras conseguir en pocos días la inhumana proeza de ganar el oro en los 5.000, los 10.000 y la Maratón. Otra viva imagen de la soledad grabada a fuego en mi memoria por una película documental es la del etíope Abebe Bikila corriendo descalzo en la noche romana y atravesando los foros imperiales  para vencer la maratón de Roma 1960, algo que volvería a repetir en Tokio 1964.


Peter Norman, Tommie Smith y John Carlos
en un gesto para la historia.

La portada del fascículo de México 1968  me llamó poderosamente la atención por su fotografía: dos atletas afroamericanos representantes de Estados Unidos, levantaban un puño enguantado en negro al cielo y humillaban su rostro ante las "barras y estrellas" en señal de protesta por la desigualdad de derechos sociales en su propio país. Sus nombres eran John Carlos (bronce en 200 metros) y Tommie Smith (oro y récord mundial en esa misma carrera). Yo en aquel entonces no tenía ni idea de que eran los "derechos sociales", ni había oído hablar de Marthin Luther King, Malcom X o "los panteras negras", pero, por alguna razón, aquella imagen fue capaz de transmitirme dignidad y lucha por una causa justa. El australiano Peter Norman, plata en aquella prueba, decidió solidarizarse con el gesto colgando en su pecho el mismo escudo que mostraban los atletas norteamericanos (tal y como puede verse en las imágenes), una acción que le condenó al ostracismo en su propio país. En cambio el presidente del COI, Avery Brundage (un tipejo que no se opuso al saludo nazi en Berlín 1936), no cesó hasta conseguir expulsar a los dos atletas estadounidenses de los Juegos por lo "inadecuado" de su gesto.

En los juegos de Montreal 1976 los jueces de gimnasia no daban crédito ante la actuación de una niña rumana de 14 años llamada Nadia Comăneci. Nadie en la historia había conseguido 10 en ninguna prueba gimnástica y como los marcadores no estaban preparados para mostrar esa cifra (contenían una cifra para los enteros y dos para los decimales) tuvieron que marcar 1'00. Comăneci consiguió tres oros y asombró al mundo venciendo las pruebas del concurso general, barra de equilibrio y asimétricas. Tras su retirada en 1981 estuvo prácticamente secuestrada por el régimen de su país. Llegó a estar tan blindada que en occidente incluso se rumoreó que había sido obligada a convertirse en amante de uno de los hijos del dictador Ceaușescu. En 1989, poco antes del derrocamiento del régimen comunista, huyó a los Estados Unidos junto a otros miembros del equipo de gimnasia al que entrenaba.

Nadia Comăneci,.la niña que asombró al mundo en Montreal 1976.

Bob Beamon volando hacia el futuro en México 68
En el verano de 1984 cuando los niños de la calle hablaban de los Juegos Olímpicos había un nombre que se repetía por encima de los demás: Carl Lewis, ganador de cuatro oros en los 100, 200, 4x100 y salto de longitud. A mí me caía simpático, entre otras cosas, porque me recordaba a Michael Jackson antes de pasar por su rosario de retoques plásticos, pero yo no paraba de hablar a mis amigos de otro hombre que había visto en una película documental: Bob Beamon. Cuando escuché que Beamon saltó 8'90 metros en México 1968 me apresuré a preguntar a mi madre cuanto representaba esa distancia. Mi madre (con santa paciencia de madre), buscó una cinta métrica que llegaba hasta los 3 metros, la puso en la pared del salón, la llevó casi hasta la mitad de la estancia e hizo una señal. Repitió la operación por segunda vez pero, esta vez, llegando más allá de la mitad del salón. No pudo terminar la tercera medición porque la distancia salía por el balcón. Imaginé a Beamon saltando desde la pared del fondo, atravesando el salón de mi casa y saliendo por la terraza y en ese momento se convirtió en mi héroe olímpico de todos los tiempos. Hubo que esperar al mundial de atletismo de Tokio en 1991 para que Mike Powell superara ese registro.

¡Corre, Bolt, corre!
Desde entonces viví con la obsesión de ver algún hito equiparable al de Beamon en alguna de las Olimpiadas. Así fueron pasando Seúl 1988, Barcelona 1992, Atlanta 1996, Sidney 2000 y Atenas 2004, pero ningún deportista alcanzaba mis expectativas. Hasta que llegó Pekín 2008. Siempre me ha gustado ver la final de los 100 metros lisos. Es tal la concentración de emociones en tan escasos segundos, que parte de la adrenalina que segregan los atletas se transmite a través del televisor. En las semifinales todos los atletas aparecían con gesto serio y tenso tratando de concentrar toda sus energías, todos salvo un jamaicano flaco y larguirucho llamado Usain Bolt que hacía cucamonas a la cámara como si con él no fuera la cosa. Ganó la serie bajando de los 10 segundos con holgura pero, lo que más me impresionó, fue que las tres últimas zancadas las hizo prácticamente andando y con la antiareodinámica postura de mantener los brazos abiertos. El corazón me dio un respingo cuando reconocí en ese atleta al hombre destinado a colmar mis expectativas... y Bolt no me decepcionó. En las finales pulverizó el récord de los 100 metros con 9'69, el de los 200 con un estratosférico 19'30 y junto a sus compatriotas arrebató el oro a los norteamericanos en la final de los 4x100.
Mañana tengo otra cita con Bolt y con la historia. También hace tiempo que no ponen "Tarzán en Nueva York". Ciertas buenas costumbres no deberían perderse.

viernes, 3 de agosto de 2012

Los ojos azules que vieron un siglo de historia


Los seres humanos solíamos ser los que, como extras en un decorado, pasábamos por la historia. Ahora la esperanza de vida ha aumentado tanto y el telón de fondo cambia tan a prisa que es la historia la que pasa ante nosotros sin casi poderla digerir.
Ha muerto Matilde Guerrero Mateos, nadie importante para los demás. Ha muerto mi abuela.
Cuando Matilde nació en 1914 aún existían tres imperios en Europa: el zar Nicolás II se sentaba en el trono de todas las Rusias; el káiser Guillermo II gobernaba Alemania con mano de hierro y el imperio austro-húngaro de Francisco José languidecía a ritmo de vals, mientras que Estados Unidos no era más que un proyecto de potencia político-económica. 
Aprendió a hablar cuando el cine aún se mantenía en silencio. La gripe de 1918 la dejó huérfana de madre cuando finalizaba la I Guerra Mundial y el segundo matrimonio de su padre la convirtió en cenicienta de su propia casa en los tiempos en los que un rey inepto entregaba España a un “padrastro” como Primo de Rivera.
Tras la guerra civil, y mientras el mundo se hundía en la II Guerra mundial, se casó con un hombre que se negó con orgullo a aprovechar alguna de las ventajas de haber luchado en el bando de los vencedores  porque en realidad pertenecía al de los vencidos y con esa misma dignidad de obrero sacaron adelante dos hijas mientras el franquismo se asentaba internacionalmente gracias a la guerra fría. Unas hijas que fueron creciendo mientras a España llegaban los Beatles o los Seat 600. Cuando la humanidad iba dando grandes pasos en la carrera espacial ellos dieron el “pequeño paso” de conseguir su piso en propiedad.
Sus nietos fueron naciendo a medida que la democracia iba naciendo en España y fue colgando las fotos de sus graduaciones al tiempo que aparecían cosas que jamás llegaría a usar ni entender como la informática, Internet o los teléfonos móviles.  Fotos que ahora amarillean mirando al vacío de una casa ya en silencio.
A lo largo de su vida conoció el hambre y un cielo por el que sólo los pajaros podían volar. África cuando aún era un continente semiignoto repartido entre los europeos y la Luna como un satélite inalcanzable. Los automóviles pasaron de ser una rareza a envenenar el mundo y al sueño del comunismo le dio tiempo a triunfar para luego caer en el colapso.
Tenía nombre y ojos de reina germana. Ambas cosas pervivirán, al menos, dos generaciones más en la familia. Son los ojos de mi madre y de mi hermano. Son también mis ojos, así que, de alguna forma, los suyos seguirán brillando hasta que los nuestros se apaguen definitivamente.
Aunque me gustaría creerlo, yo no estoy seguro de que exista algo parecido a otra vida pero, si es así, dile al hombre que hacía espadas que prepare un cuartito pintado de amarillo para el día en que todos volvamos a reunirnos.
Ayer, un sacerdote que apenas te conocía ofició tu funeral con una compasión fría y profesional que no pudo conmoverme. Este movimiento de la 3ª Sinfonía de Mahler es mi oración silenciosa en tu memoria. Mahler lo subtituló “Lo que me dice el amor”. La muerte sólo puede celebrarse con la vida.

SIT TIBI TERRA LEVIS.

sábado, 9 de junio de 2012

Superhéroes

Lev Yashin, la mítica "Araña negra" del
Dínamo de Moscú y la extinta U.R.S.S.
En la última visita de la selección española a la Rosaleda, un niño que no debía llegar a los diez años contemplaba ensimismado el entrenamiento desde la grada. Debía venir directamente del colegio porque, además de vestir la equipación de su ídolo, llevaba su foto en la carpeta y hasta en la mochila.
Papá, ¿Tú crees que Casillas es un superhéroe? El padre, con cierta desgana en el tono de su respuesta, devolvió a su hijo a la prosaica realidad.
 –Si, sólo que éste no vuela.
Son los superhéroes del fútbol: visten una indumentaria especial que les distingue del resto de los vulgares jugadores que pisan el césped y poseen superpoderes tales  como tocar la pelota con las manos o desmaterializarse aparentemente en un palo y aparecer en otro para cruzarse en la trayectoria del balón. De algunos se dice, incluso, que pueden desviar la pelota con su sola mirada. Enemigos de los villanos del gol, pues su misión es evitarlos. Hoy hablaremos de los porteros de esta Eurocopa. Tipos de la estirpe de Yashin, Iríbar o Zoff que pueden llegar a recibir apelativos como “la Araña negra” o “el Santo”.
    Petr Čech (Pilsen, República Checa. 1982) es uno de los superhéroes más completos de esta competición. A pesar de poseer poderes sobrios como la colocación bajo palos o la seguridad blocando, también puede presumir de espectaculares cualidades como la supervelocidad, que le permite tener unos reflejos dignos de felino. Pero, como muchos otros superhéroes,  el distintivo más llamativo de Čech es su uniforme. En el año 2006 un combate mortal contra los villanos del gol estuvo a punto de costarle la vida, desde entonces un casco protege su único punto débil: la cabeza.
    El coloso incapaz de pasar desapercibido en su vida de incógnito responde al nombre de Manuel Neuer (Gelsenkirchen, Alemania. 1986). Es, como “la Cosa”, un muro infranqueable contra el que rebotan los balones. Posee además la asombrosa cualidad de aumentar su tamaño hasta ocupar toda la portería, como ya tuvieron oportunidad de comprobar los jugadores del Real Madrid y el Chelsea en las tandas de penaltis de la presente edición de la Champions. De sus poderes van a depender buena parte de las posibilidades de Alemania en esta competición.
    Si los superhéroes formaran un supergrupo, Gianluigi Buffon (Carrara, Italia. 1978) sería sin duda el jefe. Es un líder austero y silencioso que con sólo un gesto organiza y manda a sus hombres; es el capitán más veterano; y al que sus propios compañeros de la portería suelen elegir como mejor guardameta en las encuestas.  Por si fuera poco, ha experimentado todo lo que un superhéroe puede vivir: la gloria de ser campeón con su club y selección; la amargura del descenso con la Juventus; e incluso el coqueteo con el lado oscuro al estar bajo la sospecha de diversos escándalos. Poco amigo de lucimientos y partidario de la sencillez, es capaz de la acción más espectacular cuando la necesidad lo requiere.
    Iker Casillas (Madrid, España. 1981) es el típico muchacho metido a superhéroe por casualidad (y un poco a su pesar) al recibir sus superpoderes de forma accidental. De esos que tratan, inútilmente, de continuar con su vida “normal”. No le falta ni la clásica novia periodista. Se consagró nada menos que en la final de la Champions de 2002 teniendo que salir a sustituir a César, el portero titular, por una inoportuna lesión. Iker se despojó del chándal, descubrió su uniforme y saltó al campo para convertirse en el superhéroe de la noche salvando a su equipo y llevándolo hasta la victoria. Algo que, desde entonces, no ha dejado de repetir ni en el Real Madrid ni en la selección española.
    En la Rosaleda, un balón cruzado se dirigió directo a la escuadra cuando Casillas se hallaba cubriendo el otro palo. De repente, sin que nadie supiera como, el guante del portero apareció desviando el balón lejos de la meta.
-Te equivocas, Papá. Iker si que vuela. El padre no tuvo nada que objetar.

Iker Casillas volando en la final del Mundial 2010

sábado, 2 de junio de 2012

El hombre que nunca estuvo allí... Y el que sabía demasiado

El siglo XX ha sido muy dado a teorías conspirativas (algunas muy disparatadas) sobre misteriosos descubrimientos mantenidos en secreto o truculentos engaños lanzados como cortina de humo. Sin ir más lejos, hay personas que sostienen que la llegada del hombre a la Luna no fue más que un fraude perpetrado en un plató. En España se está comenzando a imponer últimamente el palabro “conspiranoia”. En Italia, país más curado de estrambóticos espantos, hace años que se acuñó el hermoso término dietrologia (que podría traducirse como “ciencia de lo que nos ocultan”).
Sin embargo, este fenómeno no es, ni exclusivo del siglo XX, ni de mentes estrafalarias. En la historiografía existen estudios serios y rigurosos que a menudo han abierto nuevas y sugerentes líneas de investigación en algunos de los acontecimientos más famosos e importantes de la historia de la humanidad.

Los cinocéfalos de la isla de Andamán,
según el "Libro de las maravillas"
Ya la familia de Marco Polo sospechaba que a su pariente se le había disparado la imaginación relatando sus aventuras e intentaron sonsacarle en su lecho de muerte que lo reconociera. “¡Sólo he contado la mitad de lo que vi!”, dicen que exclamó en su defensa el viajero veneciano.
Tras regresar de sus viajes, Marco Polo se enroló en la guerra que su ciudad mantenía contra Génova y en el transcurso de una batalla naval fue capturado y encarcelado. Fue durante su cautiverio cuando se decidió a dictar las experiencias de su viaje a Rustichello de Pisa, otro preso que hizo las veces de copista. El llamado “Libro de las maravillas” ha sido junto con las “Historias” de Heródoto una de las lecturas de viajes más influyentes y sugestivas para la humanidad. Ambas obras abundan en rigurosas descripciones, curiosidades etnográficas y también sublimes disparates. Marco Polo describe con bastante exactitud el modo de vida de los tártaros de Asia central o la cultura yogui de la India, pero también habla del arca de Noé suspendida en el monte Ararat; de seres humanos con el rostro en el pecho; o de hombres con cabeza de perro que habitan en islas del golfo de Bengala. Sin embargo lo que ha despertado las sospechas de los historiadores no es lo que cuenta, sino lo que calla. Resulta incomprensible que una persona que se supone llegó a China y vivió allí durante años no mencione que sus habitantes comen con palillos; omita el (omnipresente en la gastronomía oriental y desconocido en Europa); y, lo más llamativo, no diga una sola palabra sobre la Gran Muralla (un equivalente cultural sería hacer un relato de viajes por Egipto y obviar las pirámides). Todo esto ha hecho suponer a algunos historiadores que Marco Polo no llegó tan lejos y, si bien aceptan que probablemente estuvo en la India, proponen que compuso su relato de China a través de las narraciones escuchadas a otros viajeros que pudiera haber conocido. Bien es cierto que Marco Polo hubiera podido alegar que estas experiencias formaban parte de la mitad que no contó.

Colón se preocupó por convertirse en uno de
los personajes más enigmáticos de la humanidad
“El libro de las maravillas” fue obra de cabecera de otro egregio embustero como Cristóbal Colón. Siempre llevaba un ejemplar en sus viajes a las Indias tratando de reconocer los lugares descritos por Marco Polo en las tierras que iba explorando. Tanto se preocupó el descubridor por crear confusión en torno a su persona, que aún hoy día no se conoce a ciencia cierta su lugar de origen. En vida nadie pudo decir que usara el italiano; en Portugal daban por hecho que era forastero; y los españoles le consideraban portugués. Los historiadores siempre han encontrado muy sospechosa su obstinada seguridad en encontrar tierra firme al otro lado del ignoto Atlántico y por esta razón se ha desarrollado la teoría del “prenauta”:
Los portugueses circunnavegaban África para llegar hasta la India, por lo que no es descabellado imaginar que alguna embarcación arrastrada al interior del océano por las tormentas pudiera ser empujada por los vientos alisios hasta América, el problema era encontrar el contra alisio para regresar. ¿Conoció Colón a algún marino que hubiera estado en América? Algunos investigadores van incluso más lejos: Colón era el prenauta, con lo que su primera estancia en América también explicaría la parte más oculta de su biografía; el hecho de que conociera el secreto de los alisios; y que el muy bocazas incluso se permitía fanfarronear con su tripulación prediciendo el paisaje que iban a ir encontrando. De ser así, Colón no era ningún genio intuitivo, sino que iba a tiro fijo.
Durante años recorrió las cortes de media Europa buscando un mecenas que patrocinara su descabellada idea, hasta que finalmente, Isabel de Castilla, por dejar de escucharle, le dio tres míseras naves tripuladas con noventa hombres de la peor escoria esperando, seguramente, no volverlo a ver. A fin de cuentas, el marino no exigía ningún adelanto; sufragaba la octava parte de los gastos y “sólo” pedía ser administrador, gobernador y virrey de unas tierras que nadie pensaba que existieran y la décima parte de unas riquezas que nadie creía que encontrara.  A los siete meses, cuando ya todos se habían olvidado de él dando por hecho que había caído por el abismo plano de la Tierra, regresó. Cuando los Reyes Católicos tuvieron que cumplir con el trato no tardaron en darse cuenta de que, o bien era un genio con mucha suerte, o bien sabía demasiado y les había engañado como a chinos. Le acusaron de los más viles crímenes y no cesaron hasta retirarle todos sus privilegios. Murió en la pobreza y convencido de haber llegado a Asia. Dicen que contaba sus increíbles viajes a cualquiera que le convidara.
En cierta ocasión alguien expuso a Howard Hawks la cantidad de contradicciones e invenciones en las que caía cada vez que había hablado de su vida.  Hawks contestó que el no se consideraba un mentiroso, sino que la vida era tan corta que la única forma de vivirla varias veces era fabulando. Creo que Hawks tenía razón. Como Marco Polo, como Colón.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Una obra de ingeniería


Manuel Pellegrini (Santiago de Chile, 1953) fue un espigado defensa que dedicó su carrera futbolística al Universidad de Chile. Allí ganó una Copa y llegó a ser internacional en 28 ocasiones. Después de trece años como profesional, una jugada desafortunada marcó el final de su carrera: Pellegrini se disponía a recoger un balón aéreo despejado por su portero con la confianza de tener la posición ganada sobre su rival, un joven delantero de 17 años.  De improviso, el delantero se elevó por encima de él, invirtió su desventaja al quedar suspendido en el aire de forma inverosímil y remató a gol. Todo el mundo (incluido él mismo) le señaló como culpable de aquel tanto, así que Pellegrini, incapaz de perdonarse, decidió colgar las botas definitivamente.  El joven delantero se llamaba Iván Zamorano.
    Una vez retirado, Pellegrini pudo haber dedicado su vida profesional a sus estudios de ingeniería, aunque bien pudiera ser que la planificación de una plantilla y su elaborado diseño táctico tengan más que ver con su titulación de lo que a primera vista pudiera parecer.
    Debutó en el banquillo con el Universidad de Chile en 1988, pero consiguió su primer título en su país con el Universidad Católica. A partir de ahí, su carrera fue en ascenso. Primero Argentina, donde fue campeón del Torneo de Clausura tanto con San Lorenzo de Almagro como con River Plate, después Europa. El Villarreal, que preparaba un proyecto ambicioso, puso sus ojos en el chileno y Pellegrini lo llevó a codearse entre los grandes con resultados y un fútbol que despertó admiración. En 2006, tras superar a equipos como el todopoderoso Milan, sólo un penalti marrado por Riquelme en el último suspiro de la eliminatoria contra el Arsenal le privó de jugar la final de la Champions. Después de tocar techo con el Villarreal convirtiéndolo en subcampeón de Liga, el Madrid lo eligió como alternativa al Barça de Guardiola. Florentino y su entorno se lo exigieron todo y no le ayudaron en nada. Sólo le soportaron un año en el que no consiguió ser campeón pero batió el récord de puntos del equipo. Fiel a su estilo, se fue sin rechistar ni patalear.
    Cuando el “Petromálaga” le llamó, se hallaba coqueteando peligrosamente con la parte baja de la tabla. Lo fácil hubiera sido sacar al equipo de ahí pegando pelotazos, pero Pellegrini lo hizo jugando el mejor fútbol posible dentro de los límites de la plantilla.
    Para la siguiente temporada el diseño del equipo ya sería suyo: Pellegrini construyó el Málaga como una obra de ingeniería compuesta en torno a una bomba diésel (Toulalan), dos pistones subiendo y bajando por el centro del campo (Joaquín e Isco), un distribuidor (Cazorla) y un percutor explosivo (Baptista), todo ello bajo la protección de una sólida carcasa (De Michelis). Cuando tras un titubeante inicio de temporada la máquina comenzó a funcionar, ocurrió una desgracia: las piezas comenzaron a estropearse. Baptista se rompió, Joaquín inició un rosario de lesiones y Toulalan se fundió.
El ingeniero abrió la caja de recambios y se encontró con un puñado de jugadores más acostumbrados a luchar por la permanencia que a la alta competición (como Duda, Weligton o Rondón) y algunas de esas piezas antiguas que resultan más ornamentales que eficaces (como Van Nistelrooy o Maresca). Sin embargo el ingeniero no se descompuso y rediseñó el aparato en torno a un Cazorla al que (aun a riesgo de desbordarlo, como de hecho estuvo a punto de ocurrir) se le pidió el soberano esfuerzo de hacer de mediocentro, interior por ambos lados, mediapunta u hombre con libertad de movimientos. Por fortuna también contaba con Monreal, una bobina capaz de recorrer el circuito completo, y la grata sorpresa de que una incógnita como Camacho resultara ser el inyector de aire que el equipo necesitaba.
Tengo la impresión de que cuando pase la embriaguez de la clasificación para la Champions, corra el tiempo y se analice este equipo con la perspectiva de los años, nadie recordará este Málaga por el jeque Al-Thani, ni siquiera creo que se le recuerde por alguna de sus individualidades (salvo, probablemente, Cazorla). Cuando se hable de este equipo se recordará como el Málaga de Pellegrini.
Después de conseguir la mejor clasificación en la historia del Málaga, Pellegrini afirmaba con su habitual tranquilidad y modestia que en el fútbol el fin no justifica los medios, sino que hay que hacer las cosas con corrección y jugar lo mejor posible. Independientemente de que sea un caballero, un ingeniero no se plantea diseñar sus obras de otra manera.

domingo, 13 de mayo de 2012

Malos de película

¿Quién no ha vuelto durante su infancia entusiasmado del cine emulando al "bueno" con una espada o pistola imaginaria? Pasan los años y con la madurez comienzan a cautivarte esos fotogénicos malos de película. Esta es una propuesta de algunos de mis malos preferidos de la historia del cine.


¡Todos al búnker! digo... ¡Al castillo!

Hagen von Tronje (Hans Adalbert Schlettow. "Los Nibelungos". Fritz Lang, 1924). El terrible Hagen del Cantar de los Nibelungos es el arquetipo de villano capaz de llevar su ambición  desmedida hasta la total aniquilación (incluida la propia). Primero planea la traición del héroe Sigfrido y consuma su asesinato por la espalda. Después, arrastra a sus hombres a un inútil baño de sangre al matar de forma prácticamente gratuita al niño de Atila y Krimhilda. Sin embargo, a pesar de todas sus vilezas, su resistencia suicida en su último refugio le acaba dando una imagen heroica incompresible más allá del ámbito cultural germano. Tal vez, eso mismo explique a la perfección lo que estaba a punto de acontecer en Alemania.

"Como Orson me demande, visito a su mujer."
Verdoux, alias Varnay, alias Bonheur, alias Floray (Charles Chaplin. "Monsieur Verdoux". Charles Chaplin, 1947). Chaplin se adelantó a Welles para realizar su versión de Landrú, el asesino de mujeres que durante los años 20 se convirtió en el moderno "Barba Azul". Por primera vez en la historia del cine, se presentaba la paradoja de como un asesino despiadado podía ser, al mismo tiempo, un marido ejemplar y un padre cariñoso preocupado por sus hijos. Chaplin, además, convirtió el discurso final de Landrú antes de ser enviado a la guillotina en un alegato antibelicista comparando sus crímenes con el cinismo de todas esas guerras que banalizan la muerte "en nombre de la patria" .

"¡Mírame, , en la cima del mundo!"
Cody Jarrett (James Cagney. "Al rojo vivo", Raoul Walsh. 1949). Hasta el malo más malísimo y el mayor de los criminales quiere a su mamá y espera que se sienta orgullosa de su hijo. Por más años que pasen, la escena en la que el protagonista se entera de la muerte de su madre mientras está en el comedor de la cárcel, sigue siendo insuperable.

"¡No me cojas el cuchillo, me vuelve loco!"

Harry Powell (Robert Mitchum. "La noche del cazador", Charles Laughton, 1955). A medio camino entre un psicópata asesino en serie y el lobo de los cuentos de terror para niños. Y es que, a pesar de estar ambientada en la rural y puritana américa profunda, la única cinta dirigida por Charles Laughton tiene un aire de fábula infantil enmarcada en imágenes del más puro terror gótico que, como bien dice Fernando Trueba, es un claro precedente estético y narrativo de Tim Burton. Este lobo con piel de cordero que cautiva con su verborrea y juega con sus tatuajes, también pudo servir de inspiración para Robert de Niro al componer su personaje de Max Cady en "El cabo del miedo".

"Antonino, ¿Comes ostras o caracoles?"
Craso (Laurence Olivier. "Espartaco". Stanley Kubrick, 1960). Dalton Trumbo (uno de "los diez" de la lista negra de Hollywood condenado al ostracismo por comunista) fue el responsable de componer este patricio romano obsesionado con el poder, corruptor sin escrúpulos y de sexualidad ambigua, mientras que el gran Olivier fue capaz de llevarlo a la pantalla de una sola pieza. La escena en la que descabella desde el palco al gladiador Draba (Woody Strode) es, a mi juicio, una de las más violentas y brutales de la historia del cine sin necesidad de mostrar nada. Magistral Kubrick.

"Desde luego, la carne está por los suelos".
Liberty Valance (Lee Marvin. "El hombre que mató a Liberty Valance". John Ford, 1962). Ladrón, borracho, camorrista, asesino, violador... este es un malo con todas las de ley interpretado de forma repulsiva (y por tanto magistral) por Lee Marvin y el par de hienas que le acompañan (Stother Martin y Lee van Cliff). Sobre su cadáver se construyen una mentira, una carrera política y una leyenda a costa de arruinar una vida. Pero en el far west ni siquiera la verdad o la historia pueden contradecir a los mitos.

"Si me creen violento, esperen a ver
a Brando pagando la hipoteca de la isla".





Capitán William Bligh (Trevor Howard. "Rebelión a bordo". Lewis Milestone, 1962). El capitán de la Bounty es uno de los oficiales más sádicos y crueles de la historia del cine. Tanto es así, que incluso su honorable y obediente primero de a bordo Fletcher Christian (Marlon Brando), se ve arrastrado a la insubordinación y el motín. Hasta el tribunal militar que estudia el caso y le absuelve de culpabilidad le responsabiliza de "exceso de celo" en el cumplimiento de su deber. Quien no haya visto esta película siendo niño, no sabe lo que es odiar de verdad a un personaje de celuloide.

Todos sabéis perfectamente lo que está diciendo.
Darth Vader (David Prowse-James Earl Jones. "Trilogía Star Wars". G. Lucas, I. Kershner, R. Marquand. 1977-1983). George Lucas se valió de sus estudios de antropología para componer un personaje que mezcla las sagas nórdicas y artúricas con la estética de un samurai japonés y el fatum ineludible de los trágicos griegos. Es, sin duda, el malo de mi generación. En España el personaje es inseparable de la voz de Constantino Romero.

"Todos esos momentos se perderán... como lágrimas en la lluvia".
Roy Batty (Rutger Hauer. "Blade Runner". Ridley Scott, 1982). Los replicantes van a la busca de su creador para asaltarle con las mismas preguntas y preocupaciones que tenemos los humanos. No hay duelo interpretativo con Harrison Ford, pues Hauer se lo come literalmente. Su soliloquio del final (que por cierto improvisó) es, sin duda, uno de los momentos más mágicos y evocadores de la historia del cine.


Yo creo en Dios, pero temo a Keyser Söze
"El mejor truco que inventó al diablo fue hacer creer que no existía..." 
Keyser Söze (Scott B. Morgan. "Sospechosos habituales". Bryan Singer, 1995). Bryan Singer contó para su primera película importante con un reparto de campanillas (Gabriel Byrne, Kevin Spacey, Chazz Palminteri o Benicio del Toro, entre otros). Keyser Söze, es un personaje que, supuestamente, maneja los hilos de una poderosísima organización criminal, aunque su desconocido origen y naturaleza (es un ser a caballo entre lo real y lo imaginario, lo humano y lo diabólico) hace que muchos duden de su verdadera existencia. Con permiso de los seguidores de Hannibal Lecter, Keyser Söze es, a juicio de quien esto escribe, el malo de la década de los 90.
"... Y así, desapareció".

Ledger y su Joker han puesto muy alto el listón al próximo "malo".
Joker (Heath Ledger. "El caballero oscuro". Christopher Nolan, 2008). Muchos torcimos el gesto extrañados cuando supimos la elección de Nolan para el papel del mayor enemigo de Batman. Existía el precedente de Jack Nicholson y su personaje locuelo, socarrón y desenfrenado, pero el malogrado Ledger lo hizo olvidar con su magistral interpretación: este es un Joker que aterra, que saca lo peor de los seres humanos y que pone una mente brillante al servicio del caos.

sábado, 28 de abril de 2012

El "pagao"

Enrique Vega es uno de los últimos supervivientes de una antigua estirpe: la de los hombres de trono asalariados, la de los pagaos. Los Vega pueden, además, enorgullecerse de pertenecer a una larga saga: Enrique es nieto, hijo y padre de pagaos.
La historia de estos hombres arrancó hace un siglo, cuando el tamaño de los tronos aumentó hasta el punto de que los elitistas hermanos de las cofradías (miembros de la burguesía malagueña), no tenían interés ni condición física para mover esas moles. Así tuvieron que recurrir, a su pesar, a los cargadores de los muelles, a los obreros de las fábricas y a los braceros del entorno rural.
Enrique se conserva en una forma excelente pero, como todos los hombres trabajados, aparenta algo más de la edad que tiene. Con una voz que suena a años de tabaco, cuenta historias que huelen a madera y a hierros viejos. Su historia cuenta como algunos de los tronos que aún se procesionan, se llevaban sobre vigas de ferrocarril, tenían dos varales menos y albergaban baterías para las luces (a algún trono ni siquiera le faltaba un compresor). Las fotografías también demuestran que se llevaban con unos cien hombres menos. A su audiencia, que escucha en silencio, ese esfuerzo sobrehumano le parece teñido de tintes tan épicos como el cantar de mío Cid.
Enrique habla con sus fuertes manos casi tanto como con su voz y, aunque es un conversador excelente, no emplea dos palabras cuando puede describir algo o alguien con sólo una.  Para aquellos hombres, nada épico había en ese trabajo: había miseria. Una miseria que ellos dignificaban con su esfuerzo. Aquellos tronos se sacaban por unos duros, un paquete de tabaco y un bocadillo que iba, desde un simple huevo cocido, hasta mortadela y carne de membrillo. Algunas cofradías, las menos, incluían pastillas de chocolate, chicles y caramelos. Todo el lote (salvo el tabaco) iba a casa con la familia.
Pasaron los años y, aunque España fue saliendo de la miseria, el jornal por llevar aquellas moles apenas subió. Cada vez era más difícil encontrar hombres dispuestos a trabajar en un trono y éstos se llenaban con menos personas. Con un número de hombres con los que hoy día las cofradías ni se plantearían asomarse a la calle, ellos eran capaces de hacer la mitad del recorrido. Hasta que reventaban una de las dos cosas: o los varales, o los hombres. Como en el poema cidiano, la audiencia imagina con melancolía qué clase de vasallos habrían sido aquellos hombres si hubieran tenido un buen señor.
Entonces a los hermanos de las cofradías se les ocurrió llenar los tronos con cofrades que, en vez de cobrar, pagaran por ello. Los tronos se aligeraron, el aluminio sustituyó a la madera y las baterías y compresores se eliminaron. El número de hombres que antes se consideraba suficiente, ahora se veía escaso y los varales se ampliaron hasta albergar cien personas más. Para justificar este cambio, la elitista y bien formada burguesía malagueña cogió la pluma, escribió artículos y libros y convirtieron a los pagaos en los perdedores de esta historia. Les llamaron mercenarios, les llamaron desertores y, como a las huestes del Cid, les condenaron al peor de los destierros: al del olvido.
A través de la voz de Enrique y algunos de sus compañeros supervivientes, sus hijos y los que se consideran sus herederos, quieren traerlos desde su destierro hasta la memoria. Muchos ya murieron y regresan como fantasmas que claman justicia. Otros ya no tienen salud o perdieron sus recuerdos y otros, simplemente, no saben expresarse como Enrique.
Ahora, aquellos anónimos perdedores podrán dar su versión de la historia. Una historia que, a nuestros oídos, resuena como el crujir de la madera y la pesada herrumbre. Una historia de tintes tan épicos como un cantar de gesta medieval.
 

domingo, 22 de abril de 2012

El misterioso caso de los colores que desteñían

Todos los años se produce en la ciudad de Málaga un curioso fenómeno digno de la atención de Iker Jiménez. De hecho, numerosos parapsicólogos e investigadores de lo paranormal están centrando sus estudios en la capital de la Costa del Sol para analizar estos inquietantes hechos, aunque hasta el momento reconocen que escapa a cualquier hipótesis y que el caso en cuestión les tiene en jaque.
La descripción de los hechos es la siguiente: como cada temporada, casi la mitad de las camisetas del Málaga que se vendieron al comienzo del campeonato han perdido, sin explicación aparente, sus franjas azules hasta quedar completamente blancas. Este fenómeno ocurre siempre de improvisto en un solo día y la trasformación parece producirse en pocos minutos e incluso segundos. Representantes de la marca deportiva encargada de fabricar el producto no han querido hacer declaraciones, mientras que fuentes próximas a los principales vendedores han negado que éstas se distribuyan desde Bélmez como en principio se especuló.
Si este fenómeno les parece desconcertante, otros años ha sido, si cabe, aún más  macabro e inquietante: que unas camisetas blanquiazules pierdan el color hasta quedarse blancas (aunque sea en un solo día y de forma simultánea) puede deberse a agentes perfectamente explicables como la calidad del tejido o la caducidad de la tintada, pero ¿cómo explicar que otros años han sido las franjas blancas las que misteriosamente se han teñido de un grana sanguinolento mientras el azul ha permanecido intacto?
Algunos escépticos consideran que no existe tal fenómeno y proponen una explicación más prosaica y racional. Aseguran que en realidad el Málaga es el segundo equipo de la mayoría de los habitantes de la ciudad y que éstos son, en realidad, del Madrid o el Barcelona.  Los investigadores rechazan por absurda esta explicación porque, como es obvio, todo el mundo es aficionado al equipo de su ciudad.
Yo, por si acaso, el año que viene me fijaré bien en la etiqueta para analizar la composición y seguir las instrucciones de lavado al pie de la letra. Seguiremos informando.

Algunos creen reconocer a Cristiano en la imagen de la izquierda y a Messi en la de la derecha